El objetivo es el hombre. Que una creatura, inteligente y libre llegue a parecerse a Dios tanto como para llamarle Padre.

Para eso trabaja Dios. Por eso se implica personalmente con Jesús, en la masa humana. Esa es la única razón de ser de la Iglesia. La Iglesia de los cristianos no tiene como objetivo el culto al Altísimo, su objetivo es que la empresa de Dios – la creación – produzca beneficios de humanidad. Eso es cristianismo.

En la historia de los hombres proliferaron siempre las religiones dedicadas a aplacar a los dioses, a dar culto a la divinidad, a someterse a los designios ocultos de un poder supremo, a tener a Dios o los dioses contentos, a construir templos y altares a todo dios que apareciese en el mapa.

Desde Jesús, cuando llegó la plenitud de los tiempos, hubo un cambio de agujas. Él, su Padre, y los que quieran seguirle, todos en busca de los cojos, los ciegos, los paralíticos, los encarcelados, los contrahechos, los esclavizados por cualquier ideología. ¡A desatar ataduras, a liberar lenguas trabadas, a dejar vivir, a dejar crecer! Porque sólo a partir de la libertad se puede construir un hombre pleno y un hijo del Padre común.

¿Por qué las masas, por qué los individuos se alejan de la realidad Dios? Dios no estorba en el mundo. ¡Pero si Dios no habla, ni se mete en nada! Son los técnicos en Dios, los que afirman ser poseedores de la franquicia de lo divino, quienes lo han hecho indigesto.

Y es muy sangrante la situación, porque la vida de una persona se queda sin sentido cuando se le cierra el tragaluz hacia el algo más, a la trascendencia, es decir a Dios. Dios es clave de bóveda que abre una esperanza a la angustia del yo. Dios salva, no oscurece el horizonte. Todo resulta más absurdo aún, sin Dios.

No es tan fácil prescindir de Dios. Ha de ser admitido o rechazado. El agnóstico, el que no sabe no contesta, corre peligro de ser un cobarde, un fugitivo. Nunca el hombre será más hombre que cuando rechace o admita a Dios. Y nunca Dios mostrará más respeto al hombre que cuando acepte su veredicto.

La libertad del hombre llega hasta el punto de poder equivocarse, pero incluso equivocado, tendrá que ser honesto consigo mismo para evitar la autodestrucción. En esa solitaria instancia le espera su conciencia, su realización humana.

Luis Alemán Mur