Vivo de alquiler, en una zona muy católica de Madrid. (O´Donell/Narváez/Menéndez Pelayo/Retiro). Al menos tres templos parroquiales rodean mi domicilio: Los sacramentinos (Congregación del Santísimo Sacramento); los franciscanos; y el clero secular.
La Iglesia de los sacramentinos es un edificio grande, de bello diseño exterior. Sugiere una audaz tienda de campaña. Cinco filas de bancos muy cómodos. Podrían eliminar los doce confesionarios por falta de uso. La decoración es austera en imaginería. Se construyó para unos mil asistentes, en tiempos más católicos que los actuales. La arquitectura está concebida para el culto a Dios y la adoración al Santísimo sacramento. Los fieles situados como espectadores. Algo así como un recuerdo del Sinaí: lejos y arriba, Moisés a solas con Iahvé. En las largas filas de bancos, el pueblo disperso con sus rezos y sus soledades.
Nunca he visto que los fieles llenen más allá del 20 o 30 % de su capacidad.
El pueblo, hoy, no respira la religiosidad de los tiempos del David Franco. La peor impresión de este Templo es la dispersión de los fieles. Para dar o recibir la paz hay que moverse de banco en busca de una mano. Ausencia absoluta de la idea de comunidad. Este Templo no se levantó para acoger a unas comunidad sino para adorar y exaltar el Santísimo.
Pegada al Hospital Gregorio Marañón, hay otra parroquia a cargo de sacerdotes seculares. Sólo he ido dos o tres veces. Al comenzar la misa, sale un cura al presbiterio y dijo con voz solemne e imperativa: “Todos de pie para recibir al presidente,”. Con tal solemnidad se dijo que yo pensé que entraba Zapatero. Lógicamente no era así. A lo largo de la misa caí en la cuenta de que aquellos curas quería vivificar la misa recurriendo a la teatralidad.
Finalmente la de más nivel social La parroquia de San Antonio, dirigida por franciscanos. Una construcción digna de ser visitada. Integrada en un edificio de vecinos haciendo chaflán con Lope de Rueda/duque de Sesto. Es un espacio en semi-círculo, a modo de anfiteatro. Los bancos sólo sirven para sentarse, no para arrodillarse. Casi siempre muy llena. La simple colocación, invita a sentirse juntos. Es el Templo con idea teológica de lo que debe ser una Eucaristía. ¡Lástima que los buenos, devotos padres franciscanos no hayan captado la finalidad de esa arquitectura! El arquitecto situó el sagrario en un lado. La mesa en el centro como rodeada por los asistentes. Bueno, pues los curas, al salir de la sacristía, atraviesan de lado a lado para ir a arrodillarse ante el sagrario, después se arrodillan ante un crucifijo, y después besan el altar. Lo litúrgico sería prescindir del sagrario, ponerse enfrente de la comunidad e inclinar ante ella la cabeza como reconocimiento: los hermanos reunidos, son el cuerpo de Cristo. Les va a recordar el evangelio a ellos y en nombre de ellos, va a dirigirse al Padre. Sin ellos no hay eucaristía.
Detrás de lo que digo hay demasiada teología, y nos pueden demasiado las piedras, las malas costumbres, y la ignorancia de nuestra fe.
Luis Alemán Mur
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