Salmo XXVIII

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor, 
aclamad la gloria del nombre del Señor, 
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas, 
el Señor sobre las aguas torrenciales. 
La voz del Señor es potente, 
la voz del Señor es magnífica.

El Dios de la gloria ha tronado. 
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» 
El Señor se sienta por encima del aguacero, 
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

 

El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.

Las palabras de los hombres son un aguacero, a veces inaguantable. La fe, el mundo de la fe es mundo distinto. Vivir en ese mundo. Acostumbrarse a ese mundo lleva a ese Señor que bendice a su pueblo con la paz.

El hombre de Dios va unido a la paz.

En una familia: la paz.

En un corazón, la paz.

La fe lleva a la paz.

Tu pasado míralo con paz

Tu futuro míralo con paz

El hombre de Dios va unido a la paz.

La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

Para el que vive en la fe. El Señor siempre es el Señor. El pueblo no siempre se siente pueblo del Señor.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10,34-38):

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Palabra de Dios

Luis Alemán Mur