Frase evangélica: «Éste es mi hijo, el amado, el elegido»
1. El evangelio comienza con la aparición de Juan, cuyo bautismo no es mero rito de ablución o simple agregación al pueblo judío, sino conversión, vuelta a la alianza, nuevo nacimiento. Sin embargo, Juan entiende al juez escatológico como un ser terrible y entregado al exterminio de sus enemigos. La muerte de Jesús no encaja con sus esquemas; por eso duda en bautizarlo. Jesús, con la plenitud del Espíritu, está inmerso en la masa de pecadores que, mediante un bautismo de perdón, inician un camino de libertad y de liberación.
2. El bautismo de Jesús -primera manifestación de su ministerio público- es signo de su compromiso con la justicia del reino de Dios. La voz del cielo (voz de Dios) ratifica el compromiso de Jesús, el cual está en total «apertura» a Dios para realizar la nueva creación, figurada por el descenso de la «paloma». Afirmar que Jesús es el Hijo predilecto significa su entronización como rey escatológico.
3. La misión de la Iglesia y de los cristianos consiste en que se cumpla la justicia de Dios, lo cual incluye dos cosas: total sumisión a la voluntad del Dios del reino y completa solidaridad con el pueblo de Dios. Por haber practicado durante siglos el bautismo de niños como rito religioso, sin compromiso efectivo con la justicia, hemos desnaturalizado el mundo sacramental. Necesitamos revalorizar el significado del agua bautismal y la donación del Espíritu para aceptar el nuevo nacimiento, la conversión cristiana; el compromiso de una vida renovada.
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Qué semejanzas y diferencias vemos entre el bautismo de niños y el de adultos?
¿Es nuestro bautismo un sacramento de fe y de compromiso?