(El evangelio de Naím para Beatriz en El Salvador)

“A Beatriz la trataron como una niña y la atormentaron”

Ni la hija de Jairo, ni el hijo de la viuda estaban muertos, ni Jesús hizo el milagro de resucitarlos.

En Naím (Lc 7, 11-17), Jesús toca (hépsato), compadeciéndose, el féretro del hijo de una viuda, y dice: “Muchacho, que te lo digo yo, despierta y ponte en pie sin miedo” (eguérceti). En casa de Jairo (Lc 8, 40-56), Jesús estrecha fuertemente la mano de la muchacha acostada y grita: “Chica, espabila y ponte en pie sin miedo” (egueire).

Estas dos narraciones simbólicas están relacionadas. La clave para entenderlas es la palabra enigmática que Lucas pone en labios de Jesús: “No te apures, Jairo, que la niña no está muerta, sino dormida“.

Ni la hija de Jairo, ni el hijo de la viuda estaban muertos, ni Jesús hizo el milagro de resucitarlos. El muchacho y la muchacha, excesivamente sobreprotegidos por una familia posesiva, yacían como muertos en vida, que es lo que ocurre cuando quienes te tratan como niño no te dejan crecer. Jesús les hace ponerse en pie, para poder devolvérselos a su familia ya como adultos.

Estos dos pasajes evangélicos son emblemáticos para invitar a una fe adulta. Jesús toca y da la mano para animar a levantarse, ponerse en pie de nuevo, crecer en autonomía y madurez.

Si hubiesen aprendido esta actitud de Jesús, las personas y grupos (incluido el episcopado salvadoreño) que trataron como niña y no como adulta a Beatriz, no la habrían atormentado tanto con la oposición a su decisión justa y justificada de optar por la interrupción no abortiva de un embarazo de riesgo por el feto anencefálico.

Juan Masiá