“La cuestión paulina sobre si la circuncisión es condición de la justificación, hoy en día significa si la religión es condición de salvación.

Liberarnos de la circuncisión es también liberarse de la religión”.

Esto escribía Dietrich Bonhoeffer en abril de 1944 desde el campo de concentración nazi. Un año justo después moría ahorcado en el amanecer del 9 de abril de 1.944. El médico del campo de concentración lo recordaba arrodillado en su celda rezando antes de morir.

Un “instinto cristiano” me atrae en ocasiones más hacia los no religiosos. Y esto sin la menor intención misionera, sino que casi me atrevería a decir “fraternalmente”. Frente a los no religiosos, en ocasiones puedo nombrar a Dios con toda tranquilidad y naturalidad, mientras que ante los religiosos recelo a menudo de pronunciar su nombre. En dicho ambiente me parece de alguna manera falso, y yo mismo me siento en cierto modo insincero.

Los hombres religiosos hablan de Dios cuando el conocimiento humano no da más de sí o cuando fracasan las fuerzas humanas (…) ya sea para resolver unos problemas aparentemente insolubles, ya sea para erguir una fuerza ante la impotencia humana; en definitiva, siempre tratan de explotar la debilidad humana, es decir, los límites del hombre.

Siempre tengo la impresión de que al hablar de los límites humanos sólo tratamos de reservar medrosamente un lugar en el mundo para Dios. Pero yo no quiero hablar de Dios en los límites, sino en el centro; no en los momentos de debilidad sino en la fuerza; esto es, no en la hora de la muerte y del pecado, sino en plena vida y en los mejores momentos del hombre. Estando en los límites, me parece mejor guardar silencio y dejar sin solución lo insoluble.

La Iglesia no se halla allí donde fracasa la capacidad humana, no en los límites, sino en medio de la aldea.

La fe en la resurrección no es la solución al problema de la muerte. El más allá de Dios no es
el más allá de nuestra capacidad de conocimiento.

La Iglesia no se haya allí donde fracasa la capacidad humana, no en los límites sino en medio de la aldea.