Cuentan que los médicos y enfermeras acudían sin ser llamados.

Cuentan que hasta los médicos extranjeros, visitantes turísticos, acudían a los hospitales para ayudar en lo que fuera.

Cuentan que los centros de recogida de sangre estaban saturados.

Cuentan que los vecinos entraban en los vagones en busca de heridos o muertos, sin obedecer las advertencias de posibles deflagraciones.

Cuentan que junto a la muerte, brilló aquella noche cruel, la vida humana.