Por querer defender a un amigo no es bueno ofender a nadie. Y menos, ser injusto con otro. El amigo era José Mª Castillo y el otro era Guillermo Rodríguez-Izquierdo sobre el que vertí afirmaciones y opiniones mías, injustas y falsas.

Yo creía que se había ofendido o se le había hecho daño a Pepe (el débil) y arremetí contra quien pensé que había causado el dolor o la ofensa (el fuerte). Y resultó que fui yo el que cometía un error, y yo quien cometía una injusticia.

Ahora experimento que es difícil convivir con la conciencia de haber sido injusto. Por eso, aunque nadie me lo exija ni me lo pida, rectifico públicamente en la misma plaza pública en los que cometí mis desafueros.
Solo cuento para compensar, con mi oración sencilla, mi vergüenza y mi dolor privado.

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Luis Alemán Mur