(Si nos quedamos sin padres nos quedamos sin Dios)

 
 

En los últimos siglos de nuestra historia, el proceso de emancipación de los individuos respecto de la figura paterna, se ha realizado también a nivel colectivo y ha dado origen al actual secularismo.

 
 

La historia es conocida: la Ilustración del siglo XVIII quiso introducir una era de la razón adulta, dueña de sí y del destino del mundo, donde cada uno pudiese dirigirse a sí mismo y ordenar la vida según el propio cálculo y proyecto. Esta ambición de la época moderna ha mostrado siempre su profunda ambigüedad.

 
 

Por una parte, la pretensión de la razón adulta de explicarlo todo ha producido las grandes ideologías masificadoras, con la consecuencia de eliminar por la fuerza todo aquello que se presentara como diverso (en el credo, en la condición social, en la raza, en la nación: de ahí los regímenes policiacos, los campos de exterminio, limpiezas étnicas, etc.)

 
 

Por la otra, casi como revancha, se ha pasado de la negación de la dependencia respecto de alguien más alto a la búsqueda de ídolos, es decir, de mezquinos “sustitutos del padre”, que han asumido el rostro de jefe carismático, de guía del partido, de la idea de progreso, etc.

 
 

Es un proceso que ha tenido un cariz dramático en la negación explícita de Dios entendido como Padre y Señor. Así se ha desarrollado un ateísmo programático, la otra cara de un esfuerzo de emancipación total. En consecuencia, la “muerte de Dios” pareció ser condición necesaria para la vida y la gloria del hombre.

 
 

Pronto apareció el trágico precio de estas pretensiones de la razón moderna. “La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento progresivo, ha perseguido desde siempre el objetivo de quitar a los hombres el miedo y convertirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de triunfal calamidad.”

 
 

La ideología se ha desbordado a sí misma en el humo de los hornos crematorios y en los genocidios del siglo XIX. La sociedad sin padres se ha disuelto en una multitud de sociedades. La llamada “crisis de las ideologías” y el resurgimiento del “pensamiento débil” característicos del fin del milenio, nacen del fracaso de las pretensiones de la razón adulta.

¿Qué sucede con la figura del padre en esta situación posmoderna? Si la ideología había querido liberar a los hombres de la dependencia del padre para hacerlos adultos y emancipados, el “pensamiento débil” que lo sucede no recupera la figura del Otro a quien confiarse.

Carlo Maria Martini.+ Cardenal

“Creo en la vida eterna”