Tomado de “Otro Dios es Posible”. J. Ignacio López Vigil

Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra

RAQUEL

Los micrófonos de Emisoras Latinas regresan a Jerusalén y están instalados hoy en el Cenáculo, escenario de los hechos maravillosos de aquel Jueves Santo. Con nosotros, Jesucristo, protagonista de aquella noche memorable. En este lugar, usted celebró la Última Cena y la Primera Misa.

JESÚS

Bueno, aquí comimos la Pascua. Todos los años, con la luna de primavera, hacíamos lo mismo. Es la gran fiesta de mi pueblo, un memorial del éxodo, cuando Moisés liberó a los esclavos del faraón.

RAQUEL

Sí, pero aquella Pascua fue especial. Reconstruyamos los hechos. Estaban todos reunidos cenando. Usted tomó el pan y dijo: “cómanlo, esto es mi cuerpo”. Después, la copa de vino: “bébanla, es mi sangre”. Tal vez las palabras más sagradas de la historia de la humanidad. ¿Fue así?

JESÚS

Sobre el pan y el vino yo dije una bendición. No recuerdo las palabras exactas, pero… no sé a dónde quieres llegar.

RAQUEL

A la transubstanciación. Cuando usted pronunció esas palabras mágicas, quiero decir misteriosas, en aquel pan estaba la presencia de Dios, ¿sí o no?

JESÚS

Sí, en aquel pan estaba Dios.

RAQUEL

Me alegra escucharlo. Llegué a pensar que usted echaría abajo otro dogma…

JESÚS

¿De qué te asombras, Raquel? En Dios vivimos, nos movemos y somos. ¿No lo sabías ya? Levanta una piedra, ahí está Dios. Parte un trozo de madera, ahí lo encontrarás.

RAQUEL

Un momento. No se me vaya por los trozos, digo por las ramas. Los oyentes saben que usted consagró aquella noche el pan y el vino.

JESÚS

El pan y el vino y el aceite son sagrados. La comida con que nos alimentamos es un don de Dios y por eso es sagrada. ¿A eso te refieres?

RAQUEL

No. Yo me refiero a la transubstanciación. Que por aquellas palabras suyas, el pan dejó de ser pan y el vino dejó de ser vino.

JESÚS

¿Cómo el pan va a dejar de ser pan y el vino de ser vino?

RAQUEL

Quedaron las apariencias, pero cambió la sustancia. En aquel pan estaba su cuerpo, en aquel vino su sangre, usted mismo, Jesucristo, transubstanciado.

JESÚS

¡Qué locura estás diciendo, Raquel!… Si yo estaba sentado en medio de todos… ¿cómo iba a estar metido al mismo tiempo en una hogaza de pan o en una copa de vino? ¿Qué truco sería ése?… ¡Ni que fuera mago!

RAQUEL

¿Qué había en aquella copa que usted dio a beber a sus discípulos? ¿No era su sangre?
JESÚS

En mi pueblo no se toma la sangre de ningún animal, menos de una persona. Me estás hablando de una cosa… horrenda.

RAQUEL

Pero, entonces, ¿qué hizo usted aquel Jueves Santo?

JESÚS

Yo hablé de unión, de comunidad. Luego, compartimos el pan. Yo brindé con la copa y, según la costumbre, todos bebimos de ella.

RAQUEL

Usted dijo que hicieran eso en memoria suya.

JESÚS

Sí, tenía miedo que me apresaran. Entonces, les dije: hagamos una alianza. Pase lo que pase, sigamos unidos, como los granos de trigo en la espiga, como las uvas en el racimo. Si yo falto, reúnanse para recordar el compromiso del Reino de Dios.

RAQUEL

A ver si nos entendemos. ¿Usted no instituyó aquella noche el sacramento de la eucaristía?

JESÚS

No.

RAQUEL

Y cuando un sacerdote repite las palabras que dicen que usted dijo aquella noche, ¿qué pasa con el pan y con el vino?

JESÚS

Nada. Porque… ya pasó.

RAQUEL

¿Cómo que ya pasó? ¿No ocurre ningún milagro?

JESÚS

El milagro no está en el pan ni en el vino, Raquel. El milagro está en la comunidad. Cuando un grupo de hombres y mujeres que se quieren, que luchan por la justicia, se reúnen y dan gracias a Dios y recuerdan mis palabras… ahí está Dios en medio de ellos.

RAQUEL

Y aquí estamos nosotros, en medio de nuestra audiencia y con demasiadas preguntas pendientes. Una pausa y regresamos. Raquel Pérez, Emisoras Latinas, Jerusalén.