(Mt 5,1-12)

Las bienaventuranzas son un brindis por la felicidad humana. Llama la atención la solemnidad con que enmarca Mateo este primer gran discurso de Jesús: “Al ver Jesús las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos. Él tomó la palabra y se puso a enseñarles así:” (Mt 5,1). Si en el esquema narrativo de Mateo Jesús es el nuevo Moisés, está muy claro que este discurso es la alternativa a la promulgación de la antigua ley: dichosos, dichosos, dichosos, dichosos…

Esta promulgación no es un brindis al sol. Es un brindis en favor de la fraternidad como poderosa utopía movilizadora que se va haciendo realidad en cada instante y en cada rincón de nuestro planeta. Sugiero ir leyendo el llamado sermón del monte con esta clave de interpretación.

Este mensaje de fraternidad es válido para todas las religiones, para todas las culturas y para todas y cada una de las personas. Sabida es la fascinación que causó sobre Gandhi todo el sermón del monte, como una de las cumbres éticas para toda la humanidad.

Las bienaventuranzas tienen otra peculiaridad importante: son una invitación a “probar”. A convencernos por propia experiencia de que la solidaridad genera felicidad en quien la hace y en quien la recibe. El autor de los Hechos recoge por boca de Pablo “aquellas palabras del Señor Jesús cuando dijo: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’» (Hch 20,35).  

La traducción oficial de la primera bienaventuranza sigue manteniendo (¿por rutina? ¿por interés?) la versión literal que ya recitábamos en el catecismo y que sólo consigue confundir y hasta falsear el significado: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
El texto griego dice: Μακάριοι οἱ πτωχοὶ τῷ πνεύματι, ὅτι αὐτῶν ἐστιν ἡ βασιλεία τῶν οὐρανῶν.

En la cultura griega el πνεῦμα, en cuanto espíritu humano, tiene la doble capacidad de conocer y de elegir. Por eso, la expresión “pobre por espíritu” puede significar “sabe que es pobre” y “elige ser pobre”. El propio Juan Mateos cambió su primera traducción (“quienes saben que son pobres”) y adoptó “quienes eligen ser pobres” porque es más coherente con todo el discurso de Jesús: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24). ¡Ojo! Que la pobreza no es para Jesús ascética autocomplaciente, sino solidaridad fraterna.

No podemos seguir repitiendo la expresión “reino de los cielos“, porque se entiende normalmente como referido a la otra vida. El propio evangelio de Mateo utiliza “reino de los cielos” y a renglón seguido “reino de Dios” (Mt 19,23 y 24).

Un último detalle. Juan Mateos traduce en la primera y octava bienaventuranza “porque sobre ésos reina Dios” (Mt 5,3 y 10). Sin duda que es correcta porque  subraya la relación rey-súbdito que se encuentra en el texto original, pero que es menos comprensible para la mentalidad moderna. Prefiero traducir “porque en ésos se hace realidad el reinado de Dios”.

A continuación trascribo el texto de las bienaventuranzas que ya publiqué en “Eclesalia” (10-12-07), con ligeros retoques en los comentarios.

Dichosos quienes eligen ser pobres, porque en ésos se hace realidad el reinado de Dios.

– ¡Enhorabuena a vosotras, las personas solidarias! Habéis encontrado la felicidad de compartir.

– ¡Qué pena de la gente que todavía no ha descubierto el tesoro de la generosidad! Su corazón permanece arrugado y marchito.

Dichosos quienes sufren, porque ésos van a recibir el consuelo.

– ¡Valientes las personas que trabajáis por eliminar todas las causas del sufrimiento y de la opresión! Lanzad un grito de esperanza y de coraje para que levanten la cabeza quienes se encuentran hundidos y abandonados.

– ¡Malditos quienes justifican la explotación de las personas con palabras como “competitividad” y “mercado”! Su avaricia les impide disfrutar la alegría de la fraternidad.

Dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra.

– ¡Atención, vosotras, todas las personas excluidas de la sociedad y de los bienes de la tierra! Vuestra situación nos interpela y nos moviliza hasta conseguir que todo el mundo tenga sitio en la mesa común.

– ¡Ay de vosotros, los insaciables en acumular riquezas! Necesitáis protegeros y amurallaros, buscando un aislamiento cada vez más egoísta y más imposible.

Dichosos quienes tienen hambre y sed de esa justicia, porque ésos van a ser saciados.

– ¡Hurra por las personas inconformistas! Las que no se cruzan de brazos frente a la injusticia ni sucumben a la cultura del consumismo. La experiencia de compartir les saciará mucho más que todos los bienes materiales.

– ¡Pobres miserables quienes construyen su felicidad a costa de la explotación y el sufrimiento de la gente! Ésos están condenados a la frustración y al fracaso.

Dichosos quienes prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda.

– ¡Felicidades para vosotras, las personas que ejercéis la gratuidad superando todas las barreras religiosas, nacionales, sexuales o étnicas! Seguid trabajando para que esa cadena solidaria se dilate hasta alcanzar a todos los seres humanos.

– ¡Pobre futuro les espera a quienes se encierran en sus particularismos religiosos, nacionales o étnicos! Su falta de horizontes terminará por asfixiarlos.

Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios.

– ¡Admirables, vosotras y vosotros, de corazón transparente y de mirada limpia hacia las personas y hacia el mundo! Vuestra sencillez y vuestro optimismo facilitan las relaciones humanas y favorecen una sociedad alternativa.

– ¡Pobres de vosotros quienes usáis la mentira y el engaño como instrumento de dominio! Quedaréis enredados y prisioneros de vuestras propias trampas.

Dichosos quienes trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos.

– Ole ahí las personas que se movilizan contra la tortura y contra la pena de muerte. Quienes denuncian y condenan todas las guerras abiertas y todos los conflictos silenciados. Vosotras sabéis que no hay caminos para la paz. La paz es el camino.

– Malditas todas las guerras y malditos quienes las promueven, quienes las financian y quienes las utilizan en su provecho.

Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque en ésos se hace realidad el reinado de Dios.

– ¡Enhorabuena! Porque defendéis los derechos humanos, porque ayudáis a inmigrantes sin papeles, porque apostáis por los sectores marginales de nuestra sociedad, porque sacudís las conciencias adormecidas.

Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía. Estad alegres y contentos, que grande es la recompensa que Dios os da; porque lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido.

– Os llamarán exagerados y demagogos. Se reirán de vosotros y os condenarán al ostracismo y al silencio.

– ¡Animaos y estad alegres! Tened la certeza de que mucha gente se beneficiará de vuestros esfuerzos, como también nosotros nos beneficiamos de la gente que nos ha precedido.

Pope Godoy