Esta frase de Jesús se utiliza generalmente para subrayar la independencia y la autonomía del poder temporal y del espiritual. También se ha presentado como  modelo de laicidad. No voy a entrar en estos temas. Lo que quiero dejar claro es que el texto evangélico no dice: “Dad al César…” sino “Devolved al César”.

El pasaje original es de Marcos (12,13-17). Lo copian Mateo (22,16-22) y Lucas (20,20-26), con pequeñas variantes y matices. Pero la frase que quiero comentar  aparece idéntica en los tres evangelistas. El tema de los impuestos debió ser motivo de polémica porque una de las acusaciones que hacen contra Jesús es que “hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, impidiendo que se paguen impuestos al César” (Lc 23,2).

La escena sucede en el templo. El día anterior, Jesús ha expulsado a los mercaderes y ha esturreado las mesas de los cambistas (Mc 11,15-18). Al día siguiente, polémica con los fariseos, berrinche respecto al bautismo de Juan y parábola de los viñadores. “Estaban deseando echarle mano, porque se dieron cuenta de que la parábola iba por ellos; pero tuvieron miedo de la multitud y, dejándolo, se marcharon” (Mc 12,12). Inmediatamente después, viene este pasaje. Como es breve, vale la pena tenerlo delante (traducción de Juan Mateos):

“Entonces le enviaron unos fariseos y herodianos para cazarlo con una pregunta. Llegaron y le dijeron:

-Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie, porque tú no miras lo que la gente sea. No, tú enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Está permitido pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?

Jesús, consciente de su hipocresía, les repuso:

-¡Cómo!, ¿queréis tentarme? Traedme una moneda que yo la vea.

Se la llevaron, y él les preguntó: -¿De quién son esta efigie y esta leyenda?

Le contestaron: -Del César.

Jesús les dijo: -Lo que es del César, devolvédselo al César, y lo que es de Dios, a Dios. Y se quedaron de una pieza”

(Mc 12,13-17).

Nueva estratagema, esta vez de fariseos y herodianos, teóricamente enemigos, pero extraños y voluntarios compañeros de viaje para acabar con Jesús, como ya lo habían intentado en otra ocasión (Mc 3,6). La escena está narrada con gran viveza. No escatiman alabanzas a Jesús como táctica untuosa para “cazarlo” (como a un animal en un cepo) con un aparente problema de conciencia. De forma paradigmática ejemplifican una perversión de la religión y una perversión de la política: utilizar la insobornable honradez de una persona para intentar cargársela.

La pregunta se plantea primero de forma general y abstracta. Sin embargo, para evitar disquisiciones teóricas, formulan ya a bocajarro y de forma perentoria: δῶμεν ἢ μὴ δῶμεν;
(dômen ê mê dômen) “¿Pagamos o no pagamos?”.

En aquella sociedad tan teocrática era mucho más difícil separar religión y política. Por eso la “consulta” posee una doble dimensión. En principio, se trata de una pregunta directa y hasta inocentemente religiosa, pero contiene un trasfondo político envenenado.

El ritmo del relato se acelera. Jesús es consciente de la trampa y le hace frente. Barruntamos el revuelo. Jesús pide una moneda y tienen que salir al atrio de los gentiles para buscarla en la mesa de un cambista porque en el recinto del santuario no se permitía ninguna imagen. La expectación es enorme.

El tributo al César había que pagarlo en moneda romana. El denario romano de aquel tiempo llevaba en relieve la cabeza del emperador y esta inscripción en latín: “TI[berio] César H[ijo] del divi[no] AUG[usto]. AUGUSTO”. Por eso, los judíos piadosos preferían no mirar la moneda. En la teocracia judía se planteaba esta angustiosa pregunta: ¿No es Dios el único Señor para Israel? ¿Cómo podemos reconocer otro Señor y pagarle tributo? De modo que la “consulta” planteada a Jesús enganchaba con el sector judío más observante y con el nacionalismo más radical.

A Jesús no le importa mirar la efigie y la leyenda de la moneda. Pretende dejar al descubierto la incongruencia y la hipocresía de los dirigentes. Ante una pregunta directamente religiosa pero con implicaciones políticas, Jesús les da una respuesta directamente política que posee además una subversión religiosa demoledora: ¡Devolved!

Es importante subrayar que en la pregunta hecha a Jesús los tres evangelistas utilizan el verbo δίδωμι –dídômi, que aparece hasta 378 veces en el Nuevo Testamento. Significa “dar, conceder, pagar”. En cambio, los tres utilizan otro verbo en la respuesta de Jesús: ἀποδίδωμι – apodídômi. El diccionario griego-español del Nuevo Testamento (DGENT) que se va publicando por fascículos define ἀποδίδωμι como: «Dar algo propio a alguien en correspondencia con una prestación previa»: pagar, abonar. Y en la acepción tercera explicita más: “entregar a alguien algo que, en cierto modo, le corresponde”: devolver, restituir.

Además de nuestro caso, tenemos más ejemplos de este significado en el NT. En la sinagoga de Nazaret, Jesús enrolló el volumen y lo devolvió al sacristán (Lc 4,20); Jesús curó al muchacho y se lo devolvió a su padre (Lc 9,42); Zaqueo promete a Jesús: “si he robado a alguien le restituyo / le devuelvo cuatro veces más” (Lc 19.8);  Pablo aconseja no devolver mal por mal (Rom 12,17; 1Tes 5,15) y Pedro añade: “ni insulto con insulto” (1Pe 3,9). La traducción latina de la Vulgata también traduce con precisión en los tres casos: “reddite” = devolved.

La respuesta de Jesús los desmarca: ¡Devolved al César lo que es del César! ¡No os aprovechéis de una situación injusta para enriqueceros! ¡Renunciad a la colaboración con un poder opresor! ¡Devolved…! Y no contento con este alegato, Jesús añade: Devolved a Dios lo que es Dios… ¡el pueblo que le habéis robado! Jesús engancha aquí con toda la bronca polémica que viene teniendo con los dirigentes religiosos: la parábola de los viñadores que precede a este incidente, la diatriba contra letrados y fariseos, hipócritas, que abruman a la gente con preceptos agobiantes cuando lo importante es “la justicia, el buen corazón y la lealtad” (Mt 23,23-32), tantos conflictos por la observancia del sábado, etc.

La reacción de los interlocutores está expresada de forma muy castiza en la traducción de Juan Mateos: “se quedaron de una pieza”.

En mi opinión, la traducción “dad al César” es más cómoda y más tranquilizadora. Quizá está pensada para la buena gente que pretende conciliar sus obligaciones con la política y con la religión. ¡Todo el mundo contento!

En cambio, la traducción “devolved al César” es más inquietante y más incómoda. Nos interpela en nuestra actitud frente a la injusticia que nos rodea y frente a la aterradora injusticia del orden establecido. De manera especial, esta traducción resulta aleccionadora para todas las estructuras y manifestaciones de un poder religioso.

Pero, que quede claro, la traducción correcta es ¡DEVOLVED!

Pope Godoy