(Capítulo 15)

La eucaristía es fermento para masa agrietada y sedienta (la humanidad).

 “Recordad cómo he vivido yo. Vivid vosotros igual. Haced con vuestra vida lo que hago yo con la mía.”

Este es mi “cuerpo”. En la mentalidad semita, cuerpo es el aspecto visible del hombre. No son visibles los deseos, las ideas, las intenciones, los impulsos. La realidad de La vida invisible se trasluce a través de la vida visible: lo corporal, lo que se dice y hace. Si crees que amas, pero no lo haces “cuerpo” visible, te asemejas al hijo que pensaba y prometía a su padre que sí iría a la viña, pero no fue. No amas al hermano si después no haces nada por él. La verdad del hombre aparece en lo que hace.

Aquella noche de eucaristía, Jesús era consciente de que a su alrededor se tejía una red de muerte. Había provocado el odio y el miedo en los Jerarcas del Templo. ¡Demasiada insolencia defender lo que el nazareno defendía! Nadie debería atreverse a hacer lo que hacía.

Jesús lo mascaba. Iba a arder el fuego que había traído. Sintió pavor. Hasta pedir al Padre que lo liberara del trago amargo.

Con hechos y palabras había colocado al hombre por encima de cualquier otra dimensión. Lo había puesto a nivel del Padre. Los hombres por encima de la Ley. Antes que el mismo Templo.

Ya lo habéis visto. Vivid como yo. Este pan partido y entregado: es mi vida. Vivid como yo. Cada vez que comáis este pan, recordad lo que he dicho y lo que he hecho.

El hombre por encima de todas las Torah, de todos los templos, de todas las jerarquías.

El hombre antes que cualquier religión.

Antes que cualquier filosofía.

Esa fue la predicación y la vida de Jesús de Nazaret.

Eso es Eucaristía.

Soñamos, los que tenemos fe, en una bella utopía: la Eucaristía mundial, la mesa grande en la que estemos todos. Incluso los que no han sido invitados. Bella utopía de la fe: la eucaristía mundial como camino y como capítulo final de la historia.

Utopía y demagogia suelen ir unidas. Ese sueño es un imposible. Imposible no por la variedad de creencias, los diferentes credos, o la pertenencia a diferentes religiones. La eucaristía universal es una utopía, porque utopia es que los hombres acepten, como primer valor, al hombre. Ese pan es nada menos que la vida entregada no por Dios, no por una religión, sino por conseguir la dignidad del hombre.

Lc 14:12 -Cuando des una comida o una cena, no invites (sólo) a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos; Al revés, cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos;

Al oír aquello, uno de los comensales le dijo: ¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!

Jn 6:5 -Jesús levantó los ojos y, al ver que una gran multitud se le acercaba, se dirigió a Felipe: -¿Con qué podríamos comprar pan para que coman éstos?

Jesús tomó los panes, pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los que estaban recostados, y el pescado igual.

Mt 15:32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: -Me conmueve esta multitud, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino.

Los discípulos le preguntaron: -Y en un despoblado, ¿de dónde vamos a sacar pan bastante para saciar a una multitud tan grande?

LC 9:13 Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.»

La crisis mundial de la que hablamos todos, y que sufren unos más que otros, quizá nunca tenga solución mientras queden fuera de la mesa los miles de hambrientos, y que mueren por llegar a la orilla.

Está bien la utopía de la eucaristía universal, pero mientras tanto compartamos nuestro pan y nuestra vida con el de la calle.

No es cuestión de solucionar el problema de los bancos. No es crisis de bancos. Es crisis de la dignidad humana. No hablemos de principios, de políticas. Ni de liberalismos, de socialismos o de creencias. Habrá que empezar a repartir. Repartir el poco o el mucho pan que haya en la cesta.

Utopía es creer que todos lo van hacer. Pero al menos, los que van a la eucaristía tendrán que saber qué es ese cuerpo-pan que se reparte.

Y cuando le salga el dinero por las orejas a los bancos, puede que explote la multitud hambrienta.

 Luis Alemán Mur.