Recogido de evangelizadoras de los apóstoles en Derechos Humanos
Por Antonio Rivero
BRASILIA, 21 de julio de 2013 –
Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología.
Antes de comenzar un nuevo tema en mi columna de predicación sagrada, quisiera agradecer a mis lectores las sugerencias que me han dado sobre homilías que deben evitarse, y que ahora las resumo aquí:
Homilía soporífera: tan aburridas y con tono de funeral y monótono, que todos se duermen. No hay expresividad, ni entusiasmo, ni cambio de tonos.
Homilía relámpago: no duran ni un minuto. Deberían durar unos diez minutos, y los domingos, hasta quince minutos. En un minuto no se dice nada.
Homilía látigo: donde el predicador regaña a los fieles. Eso, nunca, pues el sacerdote es pastor y no fustigador. Perderá mucha feligresía.
Homilía bufón con carcajada: contando chistes a mansalva para ilustrar lo expresado, olvidando que muchas veces la gente queda con el chiste y se olvida de lo central del mensaje.
Homilía de periodista o cuentero: “…estuve los otros días por el mercado… por la plaza… por el colegio… por la calle… etc.”, y desmenuza y cuenta casos que vio y escuchó. Aquí habla no el presbítero, sino el periodista… Cuando no tiene qué contar, cuenta cuentos breves y simpáticos. La homilía no es para eso.
Homilía enlatada: cuando repite las homilías que tenía archivadas desde hace veinte años. La homilía tiene que saber a novedad y actualidad, desde el punto de vista eclesial y mundial, si no, olerían a tufo añejo.
Homilía política: cuando el sacerdote habla de política y critica al político de turno.
Homilía pastilla de consuelo: en funerales se alaba tanto al muerto, que se olvida de abrir los ojos de los presentes para que miren de cara a la eternidad y preparen las maletas para el último viaje.
Homilía teatral: el predicador hace teatro, y salta y baila y berrea. Eso no es digno de una acción litúrgica, ni es el lugar ni el momento. Esto no quiere decir, que sea inexpresivo o monótono, como ya explicamos. “In medio est virtus”, en el equilibrio está la virtud.