Escribía  Guillermo:

 “Querido Luis. Hace tiempo nos prometías explicar porqué seguía yendo  a misa. Ya me va urgiendo la explicación porque cada día me cuesta más trabajo ir a un eucaristía rutinaria, encorsetada, en una “comunidad” que no tiene en común más que el estar en el mismo sitio  al mismo tiempo y con unas  creencias vitales muy diferentes y con homilías, que en el mejor de los casos están mal preparadas y en el peor aprovechan para adoctrinar al personal con las consigan de la jerarquía.

Muchas gracias por tu inyección semanal.”

 Le comentaba yo:

¿Por qué voy?

Voy a misa por estas razones fundamentales:

1.-Allí está el pueblo creyente. El real, el que hay. No la Jerusalén celestial, no el “Cuerpo Místico”. El pueblo al que no enseñaron y no entiende la mitad de lo que se dice o se hace. Pero busca a Jesús como aquellos paralíticos, como aquella hemorroisa, como aquellos cojos, como aquellos galileos, como yo. Me aburren las élites de Jerusalén. Prefiero al pueblo supuestamente ignorante que sufre de inmensa soledad, hambre y aburrimiento. Ese pueblo que, como yo, sigue siendo mitad pagano mitad cristiano. Pero que no pierde la esperanza. Siento más mi pobreza sentado en sus bancos. A veces pienso que todos son mejores que yo. Ruego con ellos y por ellos, por los míos y por los de ellos.

2.-Puedo rezar el Padre Nuestro. Es el mejor sitio en el que cobra sentido la oración que nos enseñó Jesús. Aunque fuese solo por rezar con todos el Padre Nuestro me merecería la pena ir a esa celebración. No conozco a nadie de los que hay allí. Casi mejor. Desde mi anonimato me uno a cuantos rezan lo mismo en cualquier geografía, selvas, hospitales, ricos, pobres, negros, amarillos…Imagino que ese rezo nuestro es como un rumor que se levanta desde la tierra toda y llega al Padre.

3.-Doy la paz y me dan la paz. Porque yo necesito que me den la paz y dar la paz. Quisiera que estuviesen allí todos los que he conocido en mi vida para poder dar y recibir la paz de cuantos se han cruzado conmigo. Sueño con que esa paz que recibo y doy, se contagie poco a poco, a los hombres como si fuera una epidemia.

4.-Allí recibo ese sucedáneo de pan, el que todos comen. Me sienta bien porque es lo que comen todos. No me reconcentro en mi interior. Me gusta mirar los rostros de los que vuelven de comulgar. Me siento unido a sus dolores, alegrías, miedos y esperanzas. “No nos abandones, Padre. Danos el pan de cada día”.

Por eso voy a misa. Los domingos que es cuando va más gente. Me apena que vaya alguien por precepto. Me alegra comprobar que, poco a poco, desaparece la funesta costumbre de pasar por el fielato de los confesionarios. Ite, misa est. Ahora empieza nuestra misa.

 Escribe Guillermo

 Querido Luis: después de releer tus convicciones sobre la asistencia a misa y porqué, me han sucedido una serie de acontecimientos que me han ayudado a estar de acuerdo contigo.

 A primeros diciembre asistí a un taller sobre meditación con Enrique Martínez y por las tardes tuvimos unas celebraciones de la Eucaristía maravillosas, en una de ellas incluida la celebración comunitaria de la reconciliación, que me cargaron las pilas para una temporada ¡qué maravilla la sensación de” com-unión” que se vivía allí! ¡Qué libertad de liturgia!; me imagino que habrás vivido alguna de ellas.

 Pocos días después falleció el que fue párroco de donde suelo ir y celebramos un funeral que prepararon los hoy hombres y mujeres que recibieron catequesis de él; recuerdo verles de muy jóvenes cantando con sus guitarras las mismas canciones que en el funeral. La iglesia estaba abarrotada, estábamos de todas las “tendencias”ellos y muchos otros lloramos, nos emocionamos y todos nos sentimos unidos; fue otra eucaristía de verdad. Y eso que ofició en representación del arzobispo, Luis Arguello que somos totalmente opuestos en pensamiento, pero que reconozco que se trabajó la homilía.

Pocos días después fuimos a pasar unos días al pueblo, Benavente; y en la eucaristía del domingo, en el banco delate del nuestro estaba un viudo, de unos cuarenta años con ocho hijos, la mujer falleció al dar a luz al último, pese a que se lo habían advertido, estaban con otro matrimonio con tres hijos, todos son de los “Kikos ¿quieres creerte que también me sentí en comunión con ellos?

Por último en la parroquia se ha incorporado un nuevo “fichaje” que da frescor a las eucaristías.

Todo ello me ha convencido  de que, estemos en donde estemos dentro de la iglesia, es cierto que todos vamos buscando la Palabra y nuestro cacho de pan.

 

Un fuerte abrazo

Guillermo Vidal