1ª parte

Mt 16:13 Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Mt 16:14 Contestaron ellos: -Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

Mt 16:15 Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Mt 16:16 Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Mt 16:17 Jesús le respondió: -¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! Porque eso no ha salido de ti, te lo ha revelado mi Padre del cielo.

Mt 16:18 Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad y el poder de la muerte no la derrotará.

Mt 16:19 Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

Los pasajes paralelos de Marcos (8,27-29) y Lucas (9,18-27) no incluyen los tres últimos versículos de Mateo. Precisamente en ellos se contiene ese famoso juego de palabras que no aparece en la traducción de Juan Mateos. Lo tenemos en griego (Petros-petra), en latín (Petrus-petra) y en la traducción tradicional española: Pedro-piedra.

Lo que ocurre es que este juego de palabras no se puede hacer en arameo, la lengua que hablaba Jesús y sus discípulos. Sabemos que Jesús llamó a Simón, el hermano de Andrés, con el sobrenombre de “Kêphâs”.

Jesús, fijando la vista en él, le dijo: -Tú eres Simón, el hijo de Juan; a ti te llamarán Cefas (que significa «Piedra»)” (Jn 1,42). Es la única vez que aparece Kêphâs en los evangelios y aunque la redacción final del evangelio de Juan es muy tardía, ya se acepta que existen estratos redaccionales muy antiguos, como puede ser éste.

Desde el punto de vista histórico aparece muy atestiguado el nombre de Kêphâs. En dos cartas auténticas, que debieron escribirse entre los años 54 y 57, Pablo emplea hasta ocho veces este nombre sin más añadidos (1Co 1,12; 3,22; 9,5; 15,5 y Gál 1,18; 2,9.11.14). En las traducciones se pierde a veces este rastro porque Kêphâs se traduce por Pedro como hace Juan Mateos.

Los datos indican una progresiva helenización del nombre. Kêphâs aparece sólo 9 veces en todo el NT frente a las 156 veces que aparece el nombre de “Petros”. También se produce una primacía creciente del nombre de Pedro sobre el originario de Simón. De las 119 veces que se cita al hermano de Andrés en los evangelios, 16 veces aparece con el nombre de Simón a secas y otras cinco con “apellido”: Simón, hijo de Jonás en el pasaje que comentamos (Mt 16,17) y Simón, hijo de Juan (Jn 1,42; 21,15.16.17). Otras  25 veces como Simón Pedro, 72 veces como Pedro a secas y una como Cefas (Jn 1,42).

En Hechos, el nombre de Pedro en solitario aparece 51 veces y como Simón Pedro sólo cuatro veces. Las cuatro se encuentran en el episodio del centurión Cornelio para identificar “a cierto Simón, el llamado Pedro” (Hch 10,5.18.32; 11,13). En los demás escritos del NT, aparece Pedro dos veces en solitario (Gál 2,7.8). Por último, Pedro se presenta solo con ese nombre en su primera carta (1Pe 1,1), mientras que en la segunda, que no es auténtica, aparece como Simón Pedro (2Pe 1,1).

En el NT, el nombre de “Petros” tiene algunas veces una connotación negativa como “duro de mollera”, “cabeza dura”. En tres ocasiones se usa “Petros” en vocativo (“Petre”).

“Te digo, Pedro [Petre], que no cantará el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces” (Lc 22,34).

También en Hechos, ante la resistencia de Pedro a comer animales “impuros” (Hch 10,13; 11,7).

Tampoco podemos olvidar que en el mismo evangelio de Mateo y sólo cinco versículos más abajo del pasaje que comentamos “Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Vete! ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres” (Mt 16,23).

El significado de “petros” en griego, como nombre común, es “piedra”. Pero no se usa en el NT, porque queda eclipsado por el nombre propio “Petros”. Para designar la “piedra” se utiliza un sustantivo griego más frecuente: “lithos”, que tiene varios derivados en español como litiasis, lítico, litografía, monolito… “Lithos” aparece hasta 58 veces en el NT. En sentido figurado tenemos una cita repetida: “La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular” (Mt 21,42; Mc 12,10; Lc 20,17; Hch 4,11; 1Pe 2,4; 2,7).

Otras muchas veces “lithos” aparece en sentido físico. Se emplea en su sentido más corriente: “Los dirigentes…
cogieron piedras para tirárselas” (Jn 8,59). Y como piedra más voluminosa, como cuando Jesús anuncia que en el templo “no dejarán piedra sobre piedra” (Mt 24,2; Mc 13,2; Lc 19,44; 21,6). Una losa-piedra grande cerraba el sepulcro de Lázaro (Jn 11, 38.39.41) y el sepulcro de Jesús (Mt 27,60.66; 28,2; Mc 15,46; 16,3.4; Lc 24,2; Jn 20,1).

Para aquilatar el significado de “petros” es conveniente volver a su nombre original arameo “Kêphâs”. Y aquí acudo a la transmisión oral de Juan Mateos, con quien hablé varias veces sobre este tema. Juan Mateos fue profesor de liturgia oriental y especialista mundialmente reconocido en lengua siríaca, muy afín al arameo.

Entre los diversos ejemplos que me ponía Juan Mateos, hay uno especialmente gráfico y fácil de retener. Cuando el pastor David se decidió a luchar contra Goliat, “escogió cinco cantos del arroyo [Kêphâs], se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo” (1Sam 17,40). Poco después “sacó una piedra [Kêphâs], disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra [Kêphâs] se le clavó en la frente y cayó de bruces en tierra” (1Sam 17,49). La traducción siríaca de la Biblia (Peshita) pone “Kêphâs” para traducir la palabra griega “lithos”. Está muy claro. Significa “piedra, canto rodado, guijarro”.

Volvemos al pasaje que ya se nos ha quedado muy lejos. El otro término que aparece en el juego de palabras es “petra”, que en griego significa “roca”. Ya en el AT, en la traducción griega de los Setenta, dice Dios a Moisés: “Golpea la roca [petra] y saldrá agua para que beba el pueblo” (Ex 17,6). El salmista recupera aquel hecho y lo magnifica con evidente exageración semita: “hendió la peña [petra] y brotó agua, que corrió hecha un río por el desierto” (Sal 105,41). Y David invoca a Dios: “Señor, mi roca [petra], mi alcázar, mi libertador… (2Sam 22,2).

En el NT, Jesús formula esta comparación: “Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca [petra]… no se hundió, porque estaba cimentada en la roca [petra]” (Mt 5,24-25). Y Lucas es más explícito: “se parece a un hombre que edificaba una casa: cavó, ahondó y asentó los cimientos sobre la roca [petra]” (Lc 6,48).

Creo que ya estamos en condiciones de valorar la traducción de Juan Mateos como estrictamente acorde con el sentido del texto. Yo casi me atrevo a más y traduzco: “Tú eres una piedra y sobre esa roca [de tu fe]
voy a edificar mi comunidad”. En esta frase subyacen dos afirmaciones importantes:

1) Se establece una clara diferencia (¿también oposición?) entre “piedra” (pequeñez, inestabilidad) y “roca” (solidez, firmeza).

2) La comunidad de Jesús se edifica no sobre la persona de Pedro, sino sobre la fe de Pedro.

El tema sugiere muchos comentarios. Pero los haré en la próxima entrega.

Pope Godoy