Domingo de Pentecostés


Juan 20,19-23:

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»

Palabra del Señor

Recibid el Espíritu Santo.

El Dios del pueblo de Israel. El Dios de Abraham no es un Dios lejos de la Creación ni lejos del hombre. El Dios, Padre de nuestro Señor Jesús, no es un Dios del olimpo en lucha con otros dioses. La teología filosófica de la escuela griega no pudo imaginar un Dios tan único y tan involucrado en la creación y tan involucrado en el hombre. “Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. Si les retiras el aliento, expiran y vuelven a ser polvo. Envías tu espíritu, y los creas”

Sin nuestro Dios, ni las estrellas ni los hombres existen. Un Dios tan dentro y tan fuera; Tan cercano y tan lejano. El diccionario de los hombres no nos aclara a Dios. Que no nos hablen las autoridades de Dios. La fe es tan luminosa como oscura, tan caliente como fría.

Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo;

Ese Dios que domina las nubes; ese Dios que ha guiado mi convulsa vida; ese Dios que me sostiene en mis vacilantes pasos de anciano; ese Dios que me conduce sin luz; ese Dios que me hace creer que Jesús el de Galilea fue levantado de su tumba y está sentado a la diestra del Padre: ese es el Espíritu Santo.

A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

El reino de los cielos es un reino de hermanos. Si tenéis fe, si queréis recibir el Espíritu santo, solo os queda el abrazo de hermanos. Dios solo puede entrar cuando no hay ni odio ni rencillas entre hermanos. Cómo abres el corazón al Espíritu Santo cuando lo tienes cerrado a los hermanos. El Espíritu Santo no es un artículo de lujo. No es un adorno. Si le retienes el perdón a los demás se rompe la vena. El Espíritu no circula.

¡Paz a vosotros!

No es posible una familia humana, ni una sociedad sin la actuación, más o menos visible, del Espíritu de la Verdad, de la Justicia y de la Paz.

Luis Alemán Mur