Hace años. Creo que muchos, leí, o mejor estudié un libro importante: LA ACCIÓN DE DIOS EN ISRAEL, ensayos sobre el Antiguo Testamento. Autor Gerhard von Rad.

“Creo en Dios Todopoderoso, que creó el cielo y la tierra” es un acto de fe dominical que me gusta repetir cuando me encuentro metido en un pueblo, formando masa, a la que no conozco y con quien voy a comer el pan. Es una fe intelectual que nos une a muchos: somos creyentes.

Aunque de Dios no sabemos nada. Supongo que Dios siempre es el mismo, el inmutable. No está mal pensarlo como inmutable cuando entre nosotros todo cambia y se mueve constantemente. La Tierra y el Universo se mueven constantemente. Y el ser humano es un ser en movimiento, voluble. Si se para, se muere. Parecería que Dios tampoco puede ser inmutable. Si se detiene, también muere. La vida es movimiento. Y Dios es la Vida.

Lo que Dios crea permanece creado en tanto esté unido a Dios. No es posible, y no está nuestras manos, el independizarse de Dios.

Esta filosofía no la aprendí en el libro al que hice referencia. Lo que sí aprendí, solo un poco, fue a pensar en cómo actúa Dios. La fe antigua, la de Abrahán, no es fe en un concepto. Es la fe en un Dios que camina, que acompaña, que interviene. Abrahán tiene fe porque descubre a Dios que actúa.

Y comencé a comprender la diferencia entre la noción filosófica de Dios y la realidad actuante de Dios. Dios no solo se manifiesta en la Historia, en la Naturaleza. También se manifiesta en el acontecer diario y en concreto en la fragilidad diaria. Descubrir la mano de Dios en la fragilidad diaria es una fe refrigerante: “busquen a Dios, por ver si lo palpan y lo encuentran, no estando él, ciertamente, lejos de cada uno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y somos” S. Pablo en Hch 17, 28

Creer en Dios como la consecuencia de un razonamiento filosófico será más o menos difícil. Pero resulta insuficiente para afrontar una vida real. El Dios griego o el Dios escolástico no me basta. No sirve para vivir una vida como la mía. Es decir, con el Dios del catecismo no me soporto a mí mismo ni soporto la historia de ayer y de hoy. Entonces es cuando se me impone la pregunta de dónde está Dios, por encima de la pregunta de si creo en Dios.

Luis Alemán Mur