Domingo de Pasión – Ciclo C

Evangelio según Lucas 19, 28-40

Bendito el que viene en nombre del Señor

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, contestadle: “El Señor lo necesita”.

Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: “¿Por qué desatáis el borrico?” Ellos contestaron: “El Señor lo necesita.” Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.

Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: “¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.”

Palabra de Dios.

“Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén”.

Jesús se consideró a sí mismo como el mensajero del reino de Dios. Un reino muy distinto del que vivía el pueblo de Israel. Recorrió toda Galilea. Pero su misión no fructificó. Unos le pedían más signos prodigiosos. Otros quisieron despeñarlo por un barranco. Le siguió un pequeño grupo. Pero los pueblos y aldeas no le siguieron con un levantamiento general. Entonces, Jesús decidió subir a Jerusalén a jugarse el todo por el todo. Y sabía que se jugaba la vida. Pero el reino de su Padre le importaba más que su vida. Jerusalén era especialista en matar profetas, y todavía se hablaba de Juan Bautista.

“Mandó a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo”.

Cumplía la profecía de Zacarías: “Alégrate ciudad de Sión; aclama, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un asno” “Y dictará paz a las naciones” (Zac 9,9)

“Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar”

Ahí va el rey de Israel. Un rey nuevo de un reino nuevo: el reino del Padre. Un reino sin armas ni soldados. Una utopía para soñar, para morir. “Cuando oréis decid Padre, sea santificado tu nombre, venga tu Reino. Danos hoy nuestro pan para la subsistencia, y perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado”

“Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos”

El que quiera imitar esta entrada, debe saber a qué se expone.

Luis Alemán Mur