Jesús se equivocó. Aprendió. Siempre se fio del Padre.
Los evangelios confirman las pocas referencias histórica hacen del judío Jesús, tanto los romanos como Flavio Josefo, el historiador judío. Aluden a Jesús como hombre devoto, extraño, iluso, o incluso revolucionario.
Jesús vivió con un intenso sentido de final: ¡había llegado la hora! Él es la última oportunidad.
Está convencido de que los hombres corren despistados. Es imprescindible reorientarse. Cambiar de dirección. Utiliza la palabra “convertíos” Quizá la mejor traducción del convertirse sea la de Lucas 15, 17. “Recapacitando se dijo: Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre”.
Último aviso. Última hora para encontrar el camino. El tiempo se acaba.
Tres parábolas de la inminencia o de la tardanza.
Parábola del ladrón nocturno. Mt 24, 43y siguientes
Parábola de las diez vírgenes. Mt 25, 1-13
Parábola del portero. Mc 13, 33-37; Lc 12, 35-38; Mt 24,42
Estas parábolas abordan el mismo tema, y añaden cada una sus matices. Para entenderlas hay que responder, previamente, a unas mismas preguntas.
Cuando Jesús se fue, sus seguidores comprueban que no llegaba el final del mundo. Los evangelistas aplican las parábolas y todas sus enseñanzas a la vida, ya normalizada, de la comunidad.
¿Qué pensaba Jesús sobre la inminencia del final del mundo?
Jesús no tuvo ninguna idea exacta de lo que iba a ocurrir. Ni sobre esto, ni sobre casi nada. Jesús veía los acontecimientos. Intuyó que él no iba a terminar bien. Sabía que tenía que enfrentarse al Templo, a los Jerarcas. Incluso tuvo miedo de la tormenta que se le venía encima. Y que él había provocado.
De lo que sí parece que estaba seguro es de que él cumpliría la voluntad del Padre, pasara lo que pasase. Como así ocurrió. También parece que su confianza en su Padre le llevó en algún momento a pensar que su Padre le salvaría de la tormenta. Tardó en comprender. Así demostró que era hombre y de fe.
Quizá llegó a pensar que su aparición en medio de su pueblo era el paso inmediato previo al inminente final. Lo apocalíptico era una psicosis sociológica de aquel tiempo. También Jesús en eso se equivocó. Pero fue madurando, Jesús iba adelantando en saber y madurez” Lc 2, 52. Como en muchas otras cuestiones, crecía en la comprensión de los planes del Padre:
“En lo referente al día aquel o la hora, nadie entienden ni siquiera los ángeles del cielo ni el Hijo, únicamente el Padre” Mc 13, 32
Es muy bello y conmovedor comprobar el mar de confusiones en el que se movió Jesús. Su fe en el Padre no era consecuencia de conocimientos o documentación especial. No contó con informes reservados. Nadie le había entregado una hoja de ruta. El Hijo del Hombre, Jesús de Nazaret, era un hombre enraizado en su tiempo y en su espacio. Llegó a ser lo que es por fiarse de Dios y preferir a Dios por encima de todo.