Hablar de Teresa es hablar de Cristo, es él quien focaliza toda su atención. Toda su vida gira en torno a él. Su compañero inseparable, Señor de su vida, dueño de su corazón, el Esposo, el Amigo, el único a quien se debe. Mirándolo en una imagen atado a la columna, muy llagado, fue su conversión, ya su vida no era de Teresa sino que Cristo vivía en ella. 

Su oración, en los momentos de mayor dificultad, vuelve la mirada hacia su pasión y la presencia de Cristo es tan real y cercana, que habla de él como si lo estuviera tocando, quiere acompañarle, secarle el sudor, enjugarle las lágrimas, estar con él.

Revive plásticamente la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, le acompaña en la soledad del Huerto, se une a la Virgen al pie de la cruz. Es el misterio de Dios hecho humanidad, es su libro vivo, la verdad de su constante búsqueda. Le asombra el misterio de su abajamiento, que asuma la condición de esclavo. De la Humanidad de Jesús vienen todos los bienes.

“En Cristo mi confianza

y de El solo mi asimiento,

en sus cansancios mi aliento

y en su imitación mi olganza”.

(Poesía “En la profesión de Isabel de los Angeles)

Textos para la lectura:

Vida 9, 1-: Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.
Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces.

4. Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me dejaban mis pensamientos con El.

Exclamaciones 12,
4. ¡Oh mortales, volved, volved en vosotros! Mirad a vuestro Rey, que ahora le hallaréis manso; acábese ya tanta maldad; vuélvanse vuestras furias y fuerzas contra quien os hace la guerra y os quiere quitar vuestro mayorazgo. Tornad, tornad en vosotros, abrid los ojos, pedid con grandes clamores y lágrimas luz a quien la dio al mundo. Entendeos, por amor de Dios, que vais a matar con todas vuestras fuerzas a quien por daros vida perdió la suya; mirad que es quien os defiende de vuestros enemigos. Y si todo esto no basta, básteos conocer que no podéis nada contra su poder y que tarde o temprano habéis de pagar con fuego eterno tan gran desacato y atrevimiento. ¿Es porque veis a esta Majestad atado y ligado con el amor que nos tiene? ¿Qué más hacían los que le dieron la muerte, sino después de atado darle golpes y heridas?

5. ¡Oh, mi Dios, cómo padecéis por quien tan poco se duele de vuestras penas! Tiempo vendrá Señor, donde haya de darse a entender vuestra justicia y si es igual de la misericordia. Mirad, cristianos, considerémoslo bien, y jamás podremos acabar de entender lo que debemos a nuestro Señor Dios y las magnificencias de sus misericordias. Pues si es tan grande su justicia, ¡ay dolor!, ¡ay dolor!, ¿qué será de los que hayan merecido que se ejecute y resplandezca en ellos?

Camino 27, 3. Mirad, Señor mío, que ya que Vos, con el amor que nos tenéis y con vuestra humildad, no se os ponga nada delante, en fin, Señor, estáis en la tierra y vestido de ella, pues tenéis nuestra naturaleza, parece tenéis causa alguna para mirar nuestro provecho; mas mirad que vuestro Padre está en el cielo; Vos lo decís; es razón que miréis por su honra. Ya que estáis Vos ofrecido a ser deshonrado por nosotros, dejad a vuestro Padre libre; no le obliguéis a tanto por gente tan ruin como yo, que le ha de dar tan malas gracias.

4. ¡Oh buen Jesús, qué claro habéis mostrado ser una cosa con El, y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! ¡Qué confesión tan clara, Señor mío! ¡Qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis andado rodeando, encubriendo al demonio que sois Hijo de Dios, y con el gran deseo que tenéis de nuestro bien no se os pone cosa delante por hacernos tan grandísima merced. ¿Quién la podía hacer sino Vos, Señor? Jesús, que habéis hablado, como Hijo regalado, por Vos y por nosotros, y que sois poderoso para que se haga en el cielo lo que Vos decís en la tierra. Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa delante.

6. Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús. No se conozca aquí otro padre para tratar de él. Y procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalaros con El, y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os echará de sí, si sois buenas hijas. Pues ¿quién no procurará no perder tal Padre?

7. ¡Oh, válgame Dios!, y que hay aquí en qué os consolar, que por no me alargar más lo quiero dejar a vuestros entendimientos; que por disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad .

  • En la cruz está el Señor
  • De cielo y tierra
  • Y el gozar de mucha paz
  • Aunque haya guerra
  • Todos los males destierra
  • En este suelo
  • Y ella sola es el camino para el cielo