1º de Adviento
Jc 21, 25-28. 34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: No se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, manteneos en pie ante el Hijo del Hombre”.
1. El año litúrgico no coincide con el año civil. El año litúrgico empieza cuatro semanas antes de Navidad. Estas cuatro semanas están pensadas para que los cristianos nos preparemos para conmemorar la venida de Jesús al mundo. Por eso este evangelio habla de la venida del Señor. Y es importante que, desde el primer momento, aclaremos algunas cosas importantes sobre este asunto.
2. La primera comunidad cristiana, de habla aramea, en los años que siguieron a la resurrección de Jesús, esperaba el fin del mundo como un acontecimiento inminente. Esta expectativa dejó su huella en algunos pasajes de los evangelios, como el que se lee hoy. Y en otros parecidos (Mc 9, 1 par; 13, 30 par; Mt 10, 23). Aunque también es cierto que Jesús siempre se negó a fijar una fecha para ese hipotético e inminente fin del mundo (Mc 13, 4-6. 32 par; Lc 17, 20 s.).
3. Pero lo importante es caer en la cuenta de que no es lo mismo hablar del Adventum (Adviento), lo que viene “desde arriba”, que del Futurum (Futuro), lo que viene “desde abajo”. En el primer caso, hablamos de “portentos divinos”. En el segundo caso, nos referimos a “responsabilidades humanas”. Como es lógico, las religiones tienen la tendencia a insistir más en la necesidad de la “intervención de los dioses” que de la “historia de los hombres”. Ahora bien, si algo dejó claro el Evangelio, es que el mundo se arregla mediante la “responsabilidad histórica” y no esperando “apariciones divinas”. La Navidad nos enseña que la idea fundante del cristianismo se centra en afirmar que Dios, en Jesús, entró en la historia de los hombres, para enseñarnos que lo decisivo es actuar con honradez y responsabilidad para humanizar esta historia nuestra.