Domingo 31º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Marcos 12,28b-34:

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» 
Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.”(Dt 6, 4-5 / Jos 22.5) El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Lev 19,18) No hay mandamiento mayor que éstos.» 
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Los escribas eran teólogos y juristas; sus explicaciones formaron pronto una colección de sentencias similares a la colección de preceptos de la Ley.

« ¿Qué mandamiento es el primero de todos?»

Seguramente no hubo malicia sino curiosidad en la pregunta. Sin embargo nos proporcionó la mejor definición de lo que era el pensamiento de Jesús. Y en consecuencia, la más seria definición de lo que es el cristianismo. La llamada iglesia de Jesús tendría que aclararse leyendo una y otra vez este evangelio. Y dejarlo bien claro en su comportamiento diario frente a los jóvenes y frente a los viejos.

“con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”

Senén Vidal, el gran conocedor de los evangelios y en general de las Escrituras, traduce: “desde todo tu corazón, desde toda tu alma, desde toda tu mente, desde todo tu ser”. Es decir. No solo la intensidad sino la extensión. Dios está incorporado a todo tu vivir, a todo tu ser.

De una forma u otra, es bello pensar que Dios lo ha invadido todo

Y amar al prójimo como a uno mismo

Amar a los demás así es ponerse siempre en su lugar, en sus circunstancias. Es lógico llenar el cristianismo de “santos sacrificios” o escribir un Derecho canónico para dar contenido a un cristianismo sin tener que amar al prójimo como a uno mismo. Y empezar por saber amarse a sí mismo.

Luis Alemán Mur