A la Conferencia Episcopal española le falta coraje evangélico para reconocer el problema de los abusos
El teólogo Jesús Martínez y el sociólogo Javier Elzo en el Foro Gogoa
– Jesús Martínez Gordo, teólogo, y Javier Elzo Imaz, sociólogo, hablaron en el Foro Gogoa acerca de ‘La Iglesia Católica ante los abusos a menores en sus propios ámbitos: reflexiones necesarias’
¿Qué opinión les merece la respuesta que está dando la Iglesia en España al drama de los abusos?
–Jesús Martínez Gordo: Tengo que decir que es un problema tristemente envenenado: en primer lugar, por el drama que viven las víctimas; en segundo lugar, por la falta de coraje evangélico de la Conferencia Episcopal Española; y en tercer lugar, por algunas intervenciones gubernativas y parlamentarias que son percibidas por los ciudadanos como selectivas al estar activando en algunos colectivos una conciencia de discriminación.
–Javier Elzo Imaz: Estoy de acuerdo en lo que ha dicho Jesús y quiero añadir mi opinión de que la proporción de personas, víctimas de abusos sexuales por parte de la Iglesia española, es mayor que la que sabemos, porque no ha habido mayor interés por parte de la Iglesia en analizarlo.
¿Podrían darnos datos sobre la dimensión del problema?
–J.M.G.: Estos datos, facilitados por Luís Argüello, secretario la Conferencia Episcopal Española, se refieren solamente a la pederastia eclesial en España entre religiosos y sacerdotes, sin contar trabajadores laicos de instituciones eclesiales: en abril de 2022 se reconocía que la Fiscalía General del Estado había recibido 220.000 denuncias de abusos atribuibles a la Iglesia y a otros entornos De los 31.000 sacerdotes con los que contaba la Iglesia, el 0.71 por ciento estaban implicados en alguna de esas denuncias. Se reconocía que, en los últimos veinte años, se habían recibido denuncias sobre 144 sacerdotes diocesanos y 76 órdenes religiosas. Seguidamente, manifestó que la Iglesia Católica no tenía la intención de abrir ninguna investigación, aunque un mes después encargó una investigación al bufete Cremades y Calvo Sotelo.
–J.E.I.: Hay que distinguir los tiempos. No en todos los tiempos ha habido el mismo porcentaje de abusos. Los abusos principalmente han tenido lugar en los años 50, 60 y 70. Luego, a partir de ahí, se estabiliza, pero no desaparece.
Javier, ¿podría resumirnos cómo ha afrontado la Iglesia en Francia este problema?
–J.E.I.: Les costó aceptar la realidad. La Iglesia en Francia y la sociedad francesa están muy tocadas por este tema. En Francia se ha elaborado el informe CIASE (Comisión Independiente de la Historia de los Abusos en Menores) a cuyo frente la Conferencia Episcopal francesa colocó a Marc Sauvé, antiguo vicepresidente del Consejo de Estado y hombre de mucho prestigio. Sauvé, con absoluta libertad e independencia, nombró a las 21 personas de diferentes perfiles con las que se rodeó para llevar a cabo el estudio del problema.
¿Qué procedimiento siguieron?
–J.E.I.: Hicieron una llamada para recabar testimonios de personas afectadas y recibieron contactos de 6.400 personas, procedentes del ámbito eclesial y del civil. Con ellas tuvieron diferentes contactos y elaboraron un cuestionario anónimo trabajado por una empresa de sondeos independiente. De esta fase seleccionaron, como afectados, a 1.628 personas. Posteriormente se hizo una encuesta al conjunto de la población francesa, a una muestra de 28.010 personas; pero lo más significativo es que trabajaron con todos los archivos eclesiásticos y civiles que pidieron.
¿Cuáles fueron las conclusiones?
–J.E.I.: En primer lugar, el mayor número de abusos, sin duda, se da en la familia y después en la Iglesia Católica, afectando a entre un 3 y un 4 por ciento del clero. La Iglesia Católica, fuera de los círculos familiares, es el lugar donde la prevalencia de violencia sexual es más elevada. Es rotundo.
¿En qué otros aspectos hacía hincapié el informe CIASE?
–J.E.I.: El informe indica que ha habido una ocultación, una relativización y una negación de los datos de abusos; dice que es un fenómeno sistémico, porque la Iglesia se preocupaba más por salvaguardar su honorabilidad que por salvaguardar a los niños, que la Iglesia no ha sido capaz de prevenir esta violencia, ni de verla ni tratarla. Habla de la excesiva sacralización de la persona del sacerdote, de la sobrevaloración del celibato, de la perversión de la obediencia cuando raya en la aniquilación de la conciencia y, por último, de la visión tabú de la sexualidad.
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Cambiando de tema, ¿qué piensan de las comisiones diocesanas?
–J.M.G.: No me parece mal que existan comisiones diocesanas, pero como un primer paso al que recurrir para presentar una denuncia o una queja; pero creo que estas comisiones debieran ser prescindibles. Los hechos deben ser recogidos por comisiones independientes. No podemos olvidar que las diocesanas son comisiones presentadas, elegidas y constituidas por el Obispo del lugar.
–J.E.I.: En la comisión que se formó en Francia, la Iglesia solamente nombró a una persona, y esa persona escogió libremente a 21 colaboradores. Yo no sería tan tajante como Jesús de que son prescindibles. Las comisiones pueden ser, en un primer momento, una especie de buzón.
¿Y con relación a la comisión nombrada por la Conferencia Episcopal Española?
–J.M.G.: En cuanto a las comisiones civiles impulsadas por el Gobierno central y algunas autonómicas, me parecen muy bien si no hay movimiento de la Iglesia. Me parece que sería mucho mejor si fueran comisiones en las que, además de a la Iglesia, se investigara toda la pederastia, porque nos ayudaría a ubicar el problema en sus dimensiones correctas y facilitarían una cosa que para la Iglesia es muy importante: que esas investigaciones fueran acogidas y no percibidas como discriminatorias, para poder abrir un proceso de revisión, incluso de reforma y de revolución dentro de la Iglesia, que lo necesita. Evidentemente el informe de Cremades lo tendremos que leer, porque probablemente, al saber que es del Opus Dei, lo vamos a ver con ochenta mil lupas.
–J.E.I.: En cuanto a la española, yo no creo que los del Opus Dei (porque Cremades es del Opus Dei) sea incompetente para hacer las cosas. Pero aquí vale aquello de la señora del César, que no solamente tiene que ser buena sino parecerlo. La iglesia tiene que darlo a una entidad que realmente sea independiente de la Iglesia.
Han citado en algunos momentos de su conferencia la falta de idoneidad del Derecho Canónico para juzgar estos delitos.
–J.E.I.: Estoy de acuerdo con su falta de idoneidad. Ya he mencionado que en el informe Ciase se dice que el Derecho Canónico, para empezar, no es un derecho justo porque no reconoce el papel de las víctimas.
–J.M.G.: Creo que el modus operandi del Derecho Canónico en estos momentos es manifiestamente insuficiente, también para los acusados, porque no se respetan tres derechos: el de la presunción de inocencia, el derecho de defensa con todas las garantías y el derecho a una buena fama hasta que no se demuestre su culpabilidad. A esto añadiría que en muchas diócesis podemos encontrarnos con obispos que, tratando de defender el buen nombre de la institución, se carguen sin las debidas contemplaciones al imputado o acusado.
¿Alguna otra observación que les parezca interesante?
–J.E.I.: Al final de la conferencia he formulado una pregunta a los asistentes: ¿qué hacemos con los curas declarados pederastas que son reconocidos? Estoy de acuerdo con la respuesta que hemos recibido de un asistente: lo mismo que se le hace a un laico que haya cometido el mismo delito. Otro tema: aunque soy partidario de que los estudios tienen que hacerse no solamente a nivel de Iglesia, entiendo que desde Navarra haya un interés particular por la pederastia en la Iglesia, ya que esta institución ha tenido mucho poder en el territorio.
–J.M.G.: Lo primero que tiene que quedar claro: con que hubiera solo un caso de abuso sexual en la iglesia sería ya para escandalizarse y ponerse a temblar. Para acabar; no tenemos datos en Europa del número de víctimas en la Iglesia y fuera de los ámbitos de la iglesia. Lo único que tenemos es el estudio de Cíase, el francés, que habla de 330.000 casos de abusos en la Iglesia; y en una estimación que hace en ese mismo tiempo en la sociedad francesa creo que habla de 5 millones y medio de casos. ¿Qué está pasando? Tenemos un gravísimo problema, como Iglesia y como sociedad.