El Papa invita a redescubrir el valor de los símbolos navideños

Francisco: “El belén recuerda una Navidad distinta a la consumista y comercial”

 

El papa Francisco alentó hoy a redescubrir símbolos navideños tan importantes como el “simple y familiar” belén, que recuerda “una Navidad diferente a la consumista y comercial”, en la audiencia a los donantes del árbol y el nacimiento que decorarán este año el Vaticano.

“El árbol y el pesebre son dos signos que siguen fascinando a grandes y pequeños”, dijo el Pontífice al agradecer las decoraciones recibidas, entre ellas un belén tradicional de Guatemala con una representación artesanal compuesta por la Sagrada Familia y tres ángeles que adornará el Aula Pablo VI del Vaticano.

La verdadera riqueza de la Navidad
“En su auténtica pobreza, el belén nos ayuda a redescubrir la verdadera riqueza de la Navidad, y para purificarnos de tantos aspectos que contaminan el paisaje navideño”, explicó el pontífice, mientras que sobre el árbol destacó a la importancia que las “raíces” tienen “también para los hombres”.

 

Ambos símbolos muestran “dos actitudes humanas y cristianas”: “el árbol nos enseña las raíces y el belén nos invita a la contemplación”, porque es “bueno apreciar los momentos de silencio y oración en nuestros días, a menudo abrumados por el frenesí”, añadió.

Tanto el árbol como los dos belenes estarán expuestos hasta el final de las festividades de Navidad, que coincide con la fiesta del Bautismo del Señor, domingo 8 de enero. La inauguración oficial de la decoración navideña del Vatic

ano, que ha tenido lugar esta tarde, ha estado encabezada por el presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el cardenal español Fernando Vérgez Alzaga, en presencia también de la secretaria general, Raffaella Petrini.

“Con Jesús, la posibilidad de volver a comenzar siempre existe. ¡Siempre!” El Papa invita a “no dejar pasar el Adviento” para “comenzar una nueva vida”.

“Jesús nos espera y no se cansa nunca de nosotros”. El papa Francisco invitó a los cientos de fieles (entre ellos peregrinos españoles llegados de Madrid, Salamanca y La Solana) que se acercaron a la plaza de San Pedro, ya adornada con el belén y el abeto propio de las Navidades, a no dejar pasar el tiempo de Adviento “como los días del calendario”.

Al final del rezo, y tras el saludo a  los peregrinos, pidió a la Inmaculada Concepción, “cuya solemnidad celebramos el próximo jueves, que interceda por la paz, y especialmente por el martirizado pueblo ucraniano”.

En el segundo domingo de Adviento, glosando la figura de Juan el Bautista, se preguntó, dada la descripción bíblica que lo representa “como un hombre austero y radical, que a primera vista puede parecernos incluso duro y que infunde algo de temor”, las razones de por qué la Iglesia, sin embargo, cada año lo presenta “como el principal compañero de viaje durante el tiempo de Adviento”.

“Más que un hombre duro es un hombre alérgico a la falsedad”, señaló el Papa, recordando su trato a fariseos y saduceos, porque él era “duro con los hipócritas, para sacudirlos”, pero, sin embargo, los pecadores acudían también a él, quien los bautizaba en el Jordán, porque “para acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento”.

 “¿No somos también nosotros, a veces, un poco como aquellos fariseos?”, se preguntó Francisco, con ese tono catequético tan característico suyo. “Tal vez miramos a los demás por encima del hombro, pensando que somos mejores que ellos”, apuntó, señalando que el Adviento “es un tiempo de gracia para quitarnos nuestras máscaras y ponernos a la fila con los humildes; para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar nuestros pecados y acoger el perdón de Dios, para pedir perdón a quien hemos ofendido”.

De esa forma, prosiguió Francisco, “comienza una nueva vida”. Y esa forma, esa vía “es una sola, la de la humildad: purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía, para ver en los demás a hermanos y a hermanas, a pecadores como nosotros y en Jesús el Salvador que viene para nosotros”. 

“Con Jesús, la posibilidad de volver a comenzar siempre existe. ¡Siempre!”, subrayó Jorge Mario Bergoglio desde el balcón del palacio apostólico. “Él nos espera y no se cansa nunca de nosotros. Sintamos dirigido a nosotros el grito de amor de Juan para volver a Dios y no dejemos pasar este Adviento como los días del calendario, porque es un tiempo de gracia para nosotros, ahora, aquí, es un tiempo de conversión”.