La crítica de Martini al Benedicto exégeta

¿El Jesús de los Evangelios es idéntico al Jesús histórico?

 

Hace algunos años, el cardenal Carlo Martini que fue exégeta y rector del Pontificio Instituto Bíblico de Roma hizo un “elogio crítico” al libro de Joseph Ratzinger “Jesús de Nazaret”. En ese libro, el teólogo bávaro daba una respuesta afirmativa a la pregunta del título de este post.

Una lectura poco atenta del “elogio” de Martini podría dejar la impresión de que el experto en crítica textual y exégeta italiano quedó satisfecho con el texto sobre Jesús de Nazaret cuando tuvo que hacer la presentación en Paris, en la sede de la Unesco, del futuro bestseller.

Pero las justas apreciaciones de Martini por la belleza de la expresión o la profundidad de las actualizaciones que realiza Ratzinger en su libro estuvieron acompañadas por observaciones críticas que el análisis atento y suspicaz de Vittorio Messori advirtió con lucidez. Detrás de las palabras de reconocimiento de Martini hay observaciones que manifiestan su distancia. Intelligentibus pauca, dice el dicho.

A continuación, sintetizo algunos puntos del artículo de Messori que lo pone de relieve (id., Il prudente distinguo dell’esegeta e figlio di Ignazio, en Corriere della Sera 25.05.2007). Para el periodista, “el lector (…) se puede equivocar, leyendo los elogios finales de Martini cuando dice que el libro es bellísimo, que se lee con cierta facilidad y nos hace entender mejor a Jesús hijo de Dios y la gran fe del autor.” Pero quien está más entrenado puede advertir que para Martini el libro es un testimonio creyente y una exposición, desde ese punto de vista, del significado que tiene Jesús para la humanidad. 

Para Messori, con estas observaciones, Martini le quita relevancia como texto de exégesis bíblica y lo ubica entre los libros de espiritualidad, de reflexión edificante o de testimonio personal. “Una meditación sobre la figura de Jesús y sobre las consecuencias para el presente”.

Martini dice claramente que Ratzinger “no es biblista, sino teólogo y aunque se mueva ágilmente en la bibliografía exegética de su tiempo, no ha hecho estudios de primera mano, por ejemplo, sobre el texto crítico del Nuevo Testamento”. Messori lo traduce: para Martini, Ratzinger es “casi un profano, encima no actualizado, detenido en la exégesis no de “nuestro tiempo” sino de “su tiempo”, es decir, de hacía unos 30 años atrás cuando era profesor de teología en Alemania.

Martini señala -continúa Messori- algunos errores o equívocos que un especialista no puede compartir, como por ejemplo, la atribución del cuarto evangelio a Juan de Zebedeo. Para Messori, el “elogio” de Martini es, en realidad un “desclasamiento suave, elegante y, al mismo tiempo, drástico”.

Obviamente que Messori está en desacuerdo con la presentación de Martini, pero tiene razón cuando pone de relieve lo que observa.

A ello podría agregar un par de observaciones. En primer lugar, es cierto que el libro de Ratzinger se ubica, por contenido, entre los libros de espiritualidad o teología. Pero en la intención del autor  –como lo sabe quien ha seguido sus escritos– esa es la forma de hacer exégesis. Ratzinger ha “alabado” los métodos histórico-críticos, pero en la práctica no los ha asumido y los ha mirado con profunda desconfianza. Para él, la exégesis histórico-crítica ya ha “dado todo lo que tenía que dar” y hay que dar otro “paso metodológico” que es la hermenéutica de la fe. Para él, el Jesús histórico es el Jesús de los evangelios, porque los evangelistas no quieren engañar.

Se trata de una postura que incluso entre los exégetas católicos no puede sostenerse. M. Theobald menciona que la belleza de su prosa termina “irritando” porque para el autor todo ha sucedido como está narrado. Y dice acertadamente Theobald: “Todo lo que la exégesis en el último siglo ha elaborado cuidadosamente en relación con los géneros literarios de estos textos –de cuño bíblico y marcados por el judaísmo primitivo–, Benedicto lo deja de lado soberanamente por ser presuntamente hipercrítico.”

Igualmente, comentando un capítulo particular del libro ratzingeriano, Theobald pone de manifiesto lo abiertamente selectivo -y por tanto cuestionable – de una interpretación que pretende ser el modelo a seguir: “La manera y la forma como Benedicto trata Is 7,14 puede aclarar su comprensión “platónica” o “esencialista” de la Escritura, que sólo hace valer como su verdadero sentido la intención de su autor divino. Contra toda regla, él no distingue en este “gran y fundamental texto cristológico” (55) la traducción griega (Setenta; Mt 1,23: parthénos: virgen) y el texto hebreo (‘almah: doncella), sino que pretende que su sentido “original” sea el ofrecido por Mateo.

Luego busca demostrar la verdad de su interpretación cristiana, señalando el presunto fracaso de todas las explicaciones histórico-críticas del versículo para luego expresar “de nuevo el asombro, tras todo el esfuerzo de la exégesis crítica, de que una palabra del año 733 a.C. que había quedado sin comprender se ha hecho realidad en la hora de la concepción de Jesús” (59). Esto recuerda fatalmente a las interpretaciones del mundo supra naturales de tiempos antiguos, en las cuales Dios como tapagujeros debía sustituir las explicaciones físicas que faltaban: aquí la aparición del sentido cristológico como el único verdadero suple el supuesto fracaso de todas las interpretaciones literarias (M. THEOBALD, Joseph Ratzinger verabschiedet die historisch-kritische Schriftauslegung!, Bibel und Kirche (2013/1) 46-47).

Autores creyentes como Martini o Theobald – la lista de exégetas críticos se podría alargar– ponen de manifiesto la insuficiencia de una interpretación que no asuma seria y responsablemente las herramientas limitadas y perfectibles, pero legítimas, necesarias – y hasta casi diría, obligatorias – de la exégesis científica. Esta omisión, lejos de defender la fe, termina ultrajando la inteligencia de los interlocutores.