Es rica

“En la Iglesia sinodal y en salida, la pobreza no es ni flor ni cruz de un solo día”

 En el contexto socio cultural religioso que se vive en la actualidad, resulta ser verdad como un templo, aseverar que la Iglesia “oficial” ni es pobre ni de los pobres. A lo más que se llega es a reconocer y afirmar que es de los señores obispos, tal y como ha acontecido   a lo largo y ancho de la historia. Por citar un ejemplo, con todas las características inherentes a la veracidad de que la institución no sea de los pobres, la consagración de todo un domingo -el penúltimo del ciclo litúrgico- a la evangelización de idea tan elemental en el organigrama eclesiástico, con la celebración de la “VI Jornada Mundial de los Pobres”.

No estarán de más algunas reflexiones, inéditas para unos y posiblemente sorpresivas y aún heterodoxas para otros.

El papa Francisco le prestó y le presta, soberana y comprometida atención a problema tan relevante en la institución que preside y a la que sirve.  Celebrada la Eucaristía en la basílica de san Pedro en Roma,  participó en una comida servida en el Aula Pablo VI   a 1,300 pobres, con constancia además  de donaciones  generosas  a los comensales  “para el pago de facturas  con lo que poder  seguir malviviendo”. 

Por mayor cercanía geográfica, cito otro caso de “celebración” de la referida Jornada, con protagonista en el arzobispo de Toledo, que presidió la correspondiente comida, aunque en esta ocasión en el claustro de la catedral -“dives toletana”-, y con 180 pobres de solemnidad . La nota informativa oficial refiere que, “posteriormente los comensales pudieron disfrutar de una visita guiada para contemplar y admirar las riquezas del templo primado”.

Y de la retahíla de preguntas que se hicieron los pobres que se beneficiaron de tal fiesta – conmemoración y lección “evangélica”, así como de los otros “pobres” lectores, oyentes o televidentes quienes compartieron “tan felices y ejemplares eventos religiosos”, destaco estas:

“¿Y qué hacen los pobres los demás días del año, alimentados y tratados como personas tan solo un domingo? ¿Acaso no hay otras fórmulas más sustantivas y evangélicas  para afrontar   la pobreza, distintas  a las del ejercicio de la caridad, de manera   que se evite cualquier impresión que lleve a muchos a la conclusión de que “más que  el día de los pobres es el día de los ricos”? ¿Cómo pueden dar lecciones pobreza quienes hicieron y hacen posible la catedral de Toledo, joya y joyero de cuantas riquezas le hacen acreedora sobresaliente al preciado título y distinción de “dives” –“rica”-  sobre las del resto del orbe católico, que ya es decir?

¿En qué razones teológicas  es posible  justificar  la existencia y opulencia  litúrgica, canónica y administrativa  concentrada en el palacio, en el que  está avecindado, reside y pernocta  el señor arzobispo primado, con el plus arquitectónico añadido  de pasar por un arco, del mismo a la catedral , su lugar de trabajo y de culto, sin que el pueblo-pueblo  -pueblo de Dios- , se percate de ello, con imposibilidad material de hacerle personalmente partícipe de alguna  queja legítima y al margen de eslóganes, colores  o tendencias de cualquier clase y condición? ¿Es que así tiene que seguir siendo, tal y como lo fuera en los tiempos eclesiásticamente tan penosos en los que sus Cardenales Primados llegaron a ser considerados -ellos y sus familias- como las personas más ricas y poderosas del orbe católico, con todas sus consecuencias “divinas y humanas”?

¡Bienvenida la rememoración, activa y actualizada de la doctrina de que “Jesucristo  se hizo pobres por ustedes”, tal y como en porteño, le gusta expresarse al papa Francisco¡ De tal adoctrinamiento  evangelizador,  no son pocos los ejemplos que él encarna, pese a las limitaciones  a las que el protocolo , no siempre “santo”,  le impone , con desesperanza y desazón  de multitud de ”pobres “ teólogos que siguen y seguirán manifestándose  incómodos  con lo que queda y quedará de la Iglesia  tridentina  de la Contrarreforma, con positivo rechazo, aún pontifical,  para cuanto fue y es el Vaticano II .

Hoy por hoy, y así lo delata y denuncia el papa Francisco, con claridad ejemplar y sinodal oficialmente, ”más que pobre y de los pobres la Iglesia es rica y de los ricos”

En la Iglesia sinodal y en salida, la pobreza no es ni flor ni cruz de un solo día. Es hábito, praxis, valoración y estilo de vida. Tener, practicar ejercer y predicar   la pobreza “en horas de oficina” administrativa, es pecado personal e institucional, que ni se perdona ni repara con el rezo o con un puñado de jaculatorias, por muy enriquecidas de indulgencias que sean.

Conclusión: La Iglesia- institución no es pobre ni de los pobres. Es de los ricos, y si estos son más ricos, mejor para ellos y para la Iglesia, tal y como con desfachatez y alevosía algunos rezan y añoran.

 

Parece increíble. Por cardenal, presidente de la CEE y supuesto ‘alter ego’ del papa Francisco”Omella, otro cardenal que cierra las puertas

El cardenal Omella en el Foro de La Vanguardia

“En el reciente FORO organizado por el periódico LA VANGUARDIA, al Cardenal Juan José Omella, que protagonizó gran parte del mismo, tal y como relatan los informadores, parece que ‘se le fue el santo al cielo'”

“La situación demanda explicación urgente y autorizada, cuando el cierre de las puertas perjudica y atenta directa y personalmente, a la mujer por mujer, certificando su seudo dogmática incapacidad para acceder al sacerdocio católico”

“El Cardenal cierra las puertas. Parece increíble. Por Cardenal y más de Barcelona, presidente de la CEE, mandamás de los obispos de España, y supuesto ‘alter ego’ del papa Francisco”

“Que un Cardenal cuestione hoy derechos y deberes reconocidos por la sociedad en todos sus estamentos, con excepción de los católicos, apostólicos y romanos, equivale a crecentar la desacralización y la paganía nada menos que de ‘Nuestra Santa Madre la Iglesia'”

 

En el reciente FORO –“reunión, coloquio”- organizado por el periódico LA VANGUARDIA-“ir por delante”- , al Cardenal Juan José Omella, que protagonizó gran parte del mismo , tal y como relatan los informadores, parece que “se le fue el santo al cielo” y del imposible “desliz “del Espíritu Santo, giran, entre tantas, estas reflexiones:

“El Cardenal cierra las puertas”. Parece increíble. Por Cardenal y más de Barcelona, presidente de la CEE, mandamás de los obispos de España, y supuesto “alter ego” del papa Francisco, no es posible etimológicamente que el significado de “gozne-visagra”, ya desde los tiempos vetustos del eximio arquitecto romano Vitruvio (s I. a.C.), ahorme y haga presente y activo un compromiso, entrega y comportamiento de vida y más “religiosa”.

En el organigrama y escalafón eclesiástico, “cardenalato” se contrapone a “ostiariado” –“ostia”, que en latín significa “puerta”- que es la última y más humilde de las llamadas “Órdenes Menores”, que designa el ministerio-oficio de cerrar las puertas de los templos, con el fin sacrosanto de impedir, en calidad de “vigilante del cuartel”, que entraran en él los paganos, regulando a la vez la salida de los catecúmenos y penitentes, haciendo tocar las campanas.

De entre abrir las puertas a tener que cerrarlas, por definición canónica, y el uso que se le ha conferido en el foro citado, media un abismo, acto y situación que cardenaliciamente demanda explicación urgente y autorizada.

Tal urgencia es inaplazable, cuando el cierre de las puertas perjudica y atenta directa y personalmente, a la mujer por mujer, certificando su seudo dogmática incapacidad para acceder al sacerdocio católico. Las razones que hoy intentarían justificar tan intolerable disparate sociológico- religioso, carecen de consistencia verazmente teológica. Son disciplinarias y perduran- y por lo visto, oído y predicado en el foro “vanguardista”- , seguirán perdurando y además “en el nombre de Dios” y “por los siglos de los siglos”.

Cierre de puertas cardenalicio, conservador “et ultra”, y anti “progre”, desdice, contradice, frustra y echa por tierra el planteamiento que del sínodo vaya quedando constancia por esos mundos de Dios, en el que la reivindicación de igualdad de derechos de la mujer que del hombre-varón, resulte ser pan fraccionado –“partido”- y comido eucarísticamente, tanto por uno como por el otro sexo.

Que un Cardenal cuestione hoy derechos y deberes reconocidos por la sociedad en todos sus estamentos, con excepción de los católicos, apostólicos y romanos, equivaldría -equivale- , a crecentar la desacralización y la paganía nada menos que de “Nuestra Santa Madre la Iglesia”.

En la ocasión foral “vanguardista” de referencia, el cardenal se aprestó a recalcar que las prisas dentro de la Iglesia son, o debieran ser, objetivos primarios para que se les cierren las puertas, si bien en otros foros, también teológicos y pastorales, a algunos de sus componentes, con la santa anuencia del papa Francisco y del sentido común, se muestran convencidos de que la Iglesia, precisamente la Iglesia, es institución muy necesitada de que les sean trazados y fomentados caminos de prisas.

Las prisas -todas las prisas- son santas de por sí. Evangelio y prisas se emparejan en la vida cristiana en el peregrinaje hacia la Casa del Padre, la salvación, la libertad y la paz, propia y ajena. Institucionada y sin institucionalizar. Enemigos de las prisas son la pereza en su diversidad de versiones, sin excluir no pocas invocaciones falaces a la sensatez, a la prudencia, la ociosidad y al descuido, términos todos ellos antievangélicos antisociales y más, revestidos de colorines, capas magnas purpúreas y la condición infumable y atea de ser y ejercer de “Príncipes de sangre real”, es decir, de cardenal y no ajustarse a la de “ostiario” o vigilante de cuarteles.

El “foro vanguardista” dio mucho más de sí, sin olvidarse de las consabidas alusiones a la “sexualidad” “religiosa”, que da la impresión de ser, y seguir siendo, la asignatura predilecta de curas, frailes, monjas, monjes, laicos y “laicas”.

Los seminarios-noviciados y la formación impartida en ellos fue también referencia obligada lejos, no obstante, de que en términos generales, es merecedora de su desaparición por incongruente, inactual, prefabricada, carente de teología y de pastoral, con serias dudas acerca de la ética y de la psicología que demandan en grandes dosis y proporciones los nuevos y renovadores tiempos sinodales. Acerca de los seminarios y noviciados, basta y sobra con desvelar que su desaparición está llamando ya a las puertas, y como lo “prefacian” las estadísticas, con piedad, conmiseración penitencial y alguna que otra añoranza.