Comienza el año litúrgico (ciclo A)

Comienza el Adviento – espera- venida. Llegada del nacimiento de Jesús. Un nacimiento histórico. Rodeado de leyendas como ocurría con todos los que resultaron ser personajes célebres. Leyendas que pretenden engrandecer y explicar un hecho histórico. Pero nuestra ceguera actual de puro materialismo nos incapacita para descubrir el simbolismo que arrastra la historia. La historia la ponemos sobre una mesa de forenses que analizan cadáveres sin sangre. Y la historia humana conserva su sangre y su simbolismo poético. Aquel niño sigue naciendo en cada época y en cada ser humano.

El misterio de Cristo que celebramos en este tiempo es precisamente el del Mesías anunciado, esperado, que finalmente ha llegado para realizar las promesas y las esperanzas. Por eso la Iglesia celebra el Adviento con una atención vigilante, atenta al misterio de la historia y a los signos de los tiempos, solícita por preparar los caminos del Señor y colaborar a la llegada de su Reino.

Adviento que es Iglesia en vela, comunidad de la esperanza, pueblo peregrino y misionero, depositario de las promesas e intérprete de los anhelos de toda la humanidad. Iglesia misionera del anuncio del “Esperado de todas las naciones”.

Adviento y Navidad son como las dos caras de una misma moneda. Por una parte la espera y la esperanza; por otra la presencia y el cumplimiento de las promesas. Navidad asegura a este nuevo Adviento de la historia la fidelidad de Dios. No son vanas nuestras esperanzas. Por eso Adviento es celebración de la espera.

Comienza el año litúrgico. Este domingo comienza el nuevo año litúrgico que no coincide con nuestro calendario civil. La Iglesia y su liturgia lleva su ritmo. Pasa inadvertido para muchos, no hay un acercamiento a su significado. La liturgia sigue siendo una serie de ritos ajenos para la mayoría de los cristianos. Es urgente hacer la liturgia comprensible, cercana a ese pueblo que participa de ella. Porque la liturgia corre el riesgo de morir por incomprensión.

La liturgia cada año recorre la vida de Jesús desde su nacimiento a su muerte y resurrección. Contada cada año por uno de los evangelios sinópticos (Ciclo A: Mateo. Ciclo B: Marcos. Ciclo C: Lucas) y completado con el evangelio de Juan. Este año que comenzamos recorremos el ciclo A, en el que leeremos el evangelio de Mateo.

El año litúrgico que empieza con el tiempo de Adviento, marca el ritmo del camino hacia el encuentro con el Señor. Cada año, al recorrer el ciclo de los misterios de Cristo, entramos en comunión con el Señor en la triple dimensión del misterio ya anunciado y cumplido (el pasado), de su presencia permanente que nos permite participar de este misterio en la liturgia de la Iglesia (el presente).

No deberíamos tener nunca la sensación que el año litúrgico sea una repetición. El tiempo es nuevo. Nuevo con la novedad de Dios. Nuevo con la novedad de nuestra propia experiencia humana que permite que el misterio celebrado cobre tonos nuevos, tenga resonancias inéditas, nos ofrezca la posibilidad de vivir en salvación el momento presente de nuestra historia, en contacto con el misterio de Cristo.

Por eso el primer domingo del año comienza con la espera del nacimiento de Jesús:

“Cuando venga el Hijo del hombre…”