Domingo 33º del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Lucas (21,5-19):

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor

El escritor de este evangelio, llamado aquí Lucas, es un cristiano que vive en la tercera generación. Hacia el año 70 después de Cristo. Generación muy difícil: perseguida como judío, por los romanos; perseguida como cristiano, por los judíos. Lucas, conoce muy bien el evangelio de Mc 13. El Documento Q y el evangelio de Marco son la base más reconocida utilizada por el tal Lucas para escribir su evangelio.

“Ponderaban la belleza del Templo”. La historia de Israel, desde David que escogió Jerusalén como capital y desde Salomón que construyó el primer templo va unida a Jerusalén y su Templo. Su fe y su teología se identifican con el templo. El lugar sobre el que se levantaba el Templo se consideraba el centro geográfico de la Tierra. Sin embargo, será difícil encontrar un lugar en la tierra con más guerras y más sangre y más crímenes cometidos.

 “Llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Parece que esta afirmación fue convencimiento de su fe absoluta en Dios y de que la llegada de su Reino era inminente. El Yahvé de aquel Templo no tenía nada que ver con el Dios Padre cuya llegada había anunciado durante toda su vida. Quien lo llevaría a la cruz- más que nuestros pecados -fue la defensa de su Padre contra la belleza pagana de aquel Templo, a punto de ser destruido.

 “Vendrán guerras. No tengáis pánico”. Guerras han sido muchas. Las peores cuando era Dios el protagonista. El pánico ha sido el pan diario de las masas. No nos han tocado sólo el pelo de nuestras cabezas sino que nos partieron el corazón y la vida. Cuando decía esto Jesús, no sabía que pronto iba él a sentir pánico en el huerto, su melena iba a sostener una corona y que le iban a partir el corazón. Y el Padre en silencio.

“Y hasta vuestros padres y parientes y hermanos os traicionarán” Sería abusivo aplicar, sin más, este evangelio al Estado del Vaticano y su Templo. Pero quién nos niega pensar con fe que llegó el día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. Y que grandes hermanos estén urdiendo ya las traiciones. No tengamos pánico, sino Fe.

Desde el principio, una de las cuestiones más comentadas por los cristianos ha sido siempre la vida después de la muerte. Para Jesús, lo que debería preocuparnos fue la vida antes de morir. Él conoció la eternidad después de morir sin perder su fe en el Padre. Y para sus seguidores, la eternidad se fragua antes de morir. El después es cosa del Padre. Mientras que ahora, para los que creen en Él, están los hermanos feos o guapos, extranjeros o vecinos, ricos o pobres. A nosotros nos pertenece crear fraternidad.

Luis Alemán Mur