No me considero persona con caché alguno. No me debo a ninguna institución política, deportiva, o religiosa. Sólo me debo, con toda pasión, a mi fe en Jesús, vivida anónimamente, en la comunidad católica. Soy católico. Y nadie me lo puede prohibir. Creo en Dios que Es; y que es Padre. Pienso que, entre quienes llegaron a ser hombres libres, hay una corresponsabilidad de especie. Lo bueno y lo malo es producto de todos. Pienso que los hombres libres, escogen o rechazan ser humanos. Los que eligen ser humanos crean la humanidad, sinónimo de fraternidad. La primera meta de los hombres no es la defensa de la fe en Dios ni la eternidad, sino conseguir la humanidad:

Capital de Babilonia, ¡Criminal! ¡Quién pudiera pagarte los males que nos has hecho! ¡Quién pudiera agarrar y estrellar tus niños contra las peñas! (Sal. 136)

Ahora envían niños con bombas en la cintura para matar a judíos.

En África en vez de juguetes les ponen grilletes en los pies, para poderles violar y esclavizar mejor.

China progresa con masas de niños esclavos.

Sudamérica los utiliza como pequeños asnos porteadores.

En Europa montan redes de pornografía con niños.

Las madres drogadictas apalean a sus hijos.

¡Y vengan niños al mundo como conejos para alimentar linces en extinción!

Mi teología no lleva sello de garantía. Es sólo fe que busca y tiembla. Mi forma de pensar teológico, con el paso de los años, se acerca a la llamada teología apofática en la que se trata el tema de Dios partiendo de lo que no es. Dios no es decible. Es incognoscible. (Apo=fuera. Phatis=discurso, palabra) Los contenidos, las palabras, los conceptos, las imágenes no sólo materiales sino conceptuales, son más bien un obstáculo para la verdadera experiencia o conocimiento de Dios. Algo parecido a una teología negativa: no es esto, ni aquello. Aunque “es”.

Luis Alemán Mur