Habrá sido útil. Será útil. Pero debe ser sometido a una profunda revisión. La Fe lo exige. Los cristianos católicos lo exigen. Los cristianos no católicos lo esperan para que se produzca la unidad de hermanos en la fe.

Gran parte de la fortaleza dogmática, organizativa, social, disciplinar de la Iglesia Católica, se debe al hecho de haber contado, desde muy atrás, con un Jefe. Un Jefe con poderes absolutos. Un Jefe infalible. Un Jefe asistido directamente por el Espíritu Santo. Un Monarca con tres coronas. Un monarca con dos manojos de llaves las de la tierra en una mano, y las del cielo y del infierno en la otra. Todo el poder ultraconcentrado en una persona. Además, dice que es el siervo de los siervos de Dios.

¿Cómo ha sido posible que la iglesia de Jesús el de Nazaret, el de las bienaventuranzas, haya llegado tan lejos en esto del poder institucionalizado? Ningún imperio, ningún sistema político ha conseguido poder tan absoluto, durante tantos siglos.

Las Iglesias se vacían. El clero abandona. Y ya hay conventos que cierran sus puertas por defunción. Los creyentes no cumplen con sus obligaciones de confesionario, misa, matrimonio canónico. Las parejas se juntan y se separan. Pero el Papa manda cada vez más.

 

El Papado fue un invento de la historia.

Para los conocedores del Nuevo Testamento, es algo evidente. Jesús no instituyó ningún papado. Como tampoco fundó ninguna iglesia. Como tampoco dejó escrito ningún libro. La Iglesia se fue haciendo, buscando maneras de supervivencia frente a las persecuciones, y para transmitir el mensaje del Maestro, al constatar que el mundo no se acababa. La iglesia no empezó hecha. Jesús no dejó ni planos. Se fue haciendo, inspirada en Jesús, con el recuerdo de Jesús. Pero empujada por las circunstancias.

Pedro tardó años en dejar su mentalidad judía para seguir solo a Jesús. Estúdiese el capitulo 12 de los Hechos. Los judeocristianos sólo dejaron el Templo y el judaísmo, cuando los romanos derribaron el Templo y dispersaron a los judíos. (Las sacristías y los templos fueron, con frecuencia, obstáculo para la fe en Jesús y focos de nacionalismos fanáticos)

Los testigos de Jesús se dedicaron a promulgar el mensaje y a crear comunidades de creyentes. Mientras algunos (primeros funcionarios eclesiásticos) se dedicaban al orden y la administración.

El volcán, que, como enorme grieta abierta en la historia de los hombres, supuso la vida de Jesús, fue extendiendo su lava, transformando la sociedad y rehaciendo, desde dentro, al ser humano. Y hasta ahora, nadie ha podido con él. Ni Jerusalén, ni Roma, ni París, ni Moscú, ni el Derecho Canónico.

 

El Papado es obra del hombre.

Los historiadores católicos, incluso los menos apologistas, intentan rellenar el agujero negro de los primeros ciento cincuenta años de Roma : S.Lino, S. Anacleto. S. Clemente Romano. S. Evaristo. S. Alejando I. S. Sixto I. S. Telesforo. S. Higinio. S.Pio I. La mayoría perfectos desconocidos, a los que se les considera papas sin saber si han existido. Y por supuesto todos santos. Esta es la primera lista escrita de nombres aportada por un tal S. Ireneo, obispo de Lyon, finales del siglo II y principios del siglo III. Todos querían establecer los primeros eslabones de una cadena sucesoria inexistente.

Y tanto querían rellenar el agujero del primer siglo que esa lista de los primeros papas, atribuida a S. Ireneo, se ha demostrado ser falsa y atribuida a Ireneo falsamente.

Por fin, a mediados del siglo II, aparece en Roma un obispo que preside el consejo de presbíteros de la comunidad romana.

Con Constantino (siglo IV) la iglesia de Roma se universaliza a la misma medida que el Imperio. El emperador le regala un palacio al jefe de la iglesia de Roma. Lo nombra patriarca de Occidente. Construye una catedral para el obispo de Roma: “Madre y cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo”. La gran Basílica Lateranense

Acaba de nacer el Papado Imperial. No como la realización de un sueño de Jesús sino como sarcástica imitación de los poderes de este mundo. No tardaron “tres días en levantar un nuevo templo”, sino tres siglos… Con una inscripción también fraudulenta. “La madre y cabeza de todas las iglesias” no fue Roma sino la comunidad pobre y perseguida de Jerusalén. El templo de Roma se levanta sobre la mansión de la rica familia de los “Laterani”. No es el aroma de Jesús. Es el perfume de David y Salomón.

A finales del siglo IV llega un tal S. Siricio. Si era santo no lo se. Aunque, otro santo, Jerónimo, lo llamó inepto. Algunos creen que roído por la envidia, ya que Jerónimo esperaba ser él el elegido por los presbíteros y el pueblo. Este buen hombre Siricio fue el inventor de la palabra “papa”. Tenemos un palacio, un jefe, un papa.

 

Tener un Papa ha sido rentable y quizá imprescindible.

Al margen de la suntuosidad imperialista y arquitectónica, el Papa surge como una necesidad. Permítanme una intromisión en lo divino. Pienso que al Espíritu le hubiese resultado más difícil sacar adelante lo cristiano sin un Papa. La figura de los papas ha resultado rentable no solo para la llamada Cristiandad, sino incluso para lo cristiano.

Sin embargo, la primacía del obispo de Roma sobre el resto de los demás obispos del imperio, – además de lo difícil que resultó sacarla adelante,se debe a intereses de los emperadores que residían en Roma y no a los textos evangélicos. Fue más el resultado de la imposición y estrategia de la Roma civil y política que la supuesta sede de Pedro. Pedro obispo de Roma, es una pura leyenda.

 

Los papas son los primeros impulsores del papado.

El poder tiende, por inercia, a crecer con el fin de abarcar, controlar y dominar. Alrededor de la figura de cualquier emperador, proliferan los despachos, los sueldos, las prebendas con el fin de supervisar cualquier movimiento subversivo. El poder supremo sólo es tal, cuando elimina cualquier injerencia o rebeldía por encima y por debajo.

Los papas necesitaron siempre una corte a semejanza de los emperadores: cónsules, procónsules, duques, marqueses, condes. Cardenales, Monseñores, Nuncios. Hay que dominar la jerga clerical para hablar con un mínimo de técnica y propiedad.

Si para “el papa” no encontramos raíces serias en las primeras comunidades ni en los evangelios, “el papado” no sólo no se vislumbra en esas fuentes, sino, que tal como se presenta hoy, parece contradecir el espíritu inicial. “Venga tu reinado”, es decir: venga tu forma de gobernar, no se compagina con la monarquía absolutista, con el poder absoluto y su maquinaria asfixiante.

 

El papado y el papa deben transformase profundamente.

“Las cosas deben cambiar”

Yo no sé si ese tinglado de un monarca ungido por Dios, rodeado de príncipes de la iglesia, con un boato obsceno, pagano, de circo tiene ya arreglo. Por propia conversión, lo veo difícil. Tendrá que caer como todos los imperios, por la invasión de los “bárbaros”. Roguemos a Jesús que vengan pronto. Mientras tanto, sería conveniente que ningún creyente colaborara ni con un euro ni con un dólar al mantenimiento de esa maquinaria pagana y anacrónica.

Puedes poner verde algún que otro papa de la historia, la Central Romana es capaz hasta de perdonarte cierto diletantismo teológico, pero a Wojtyla, a ese no se toca. El papa polaco es dogma de fe hecho carne y hueso.

¡Qué poco vivió Jesús! Pero él confiaba que el Espíritu seguiría al cuidado de los suyos. Sí parece que Jesús tenía fe en su Padre. Y se fue sin dejar nada atado. ¿Imprudente o creyente? ¡A menuda pandilla de “cardenales” le dejó encomendada su misión! ¡Menuda curia romana dejó este buen señor para que gestione la salida del humo blanco!

El mayor error de visión que ha padecido Wojtyla ha sido no haber caído en la cuenta de que la cristiandad no existe, y de que ese modelo no puede volver. Y el intento de reconstruirla, nos ha causado, y nos causará un daño muy difícil de superar. Cuando él se vaya quedarán “sus testigos” sembrando división y guerra interna en la comunidad cristiana. Toda una ironía. Siguió su línea Benedicto XVI y Francisco intenta cambiar topándose una y otra vez con la herencia del polaco que borró la sonrisa del primer papa Juan Pablo que nos llenó por breve tiempo de aires de cambio y esperanza.

Luis Alemán Mur