Conclusiones de la ‘pía’ Jornada Mundial de las Comunicaciones


Celebrado el día dedicado a la “Jornada Mundial de las Comunicaciones”, por iniciativa del papa Pablo VI, y después de leídas no pocas Cartas Pastorales y escuchadas algunas prédicas- homilías episcopales, entre la diversidad de conclusiones a las que se ha podido llegar, es a la de que los periodistas, por periodistas, todos estamos en pecado. Si no todos, casi todos, dado que al menos alguno que otro “¡Bravo¡” habría tenido que ser excluido, porque, de lo contrario, permanecería a perpetuidad entre los “¡mansos¡”.

Según la doctrina oficial “religiosa” prevalente en la predicación eclesiástica, todos los periodistas necesitamos educarnos y ejercitar nuestro oficio-vocación- profesión como servidores de la Verdad y esta- la Verdad- para serlo, habría de coincidir con la que la que es proclamada -predicada- como tal por la jerarquía eclesiástica, con sus silencios congruentes, administración de superlativos y al servicio de la institución y de los intereses personales o de grupos “religiosos”.

Otra Verdad carente de tales requisitos y connotaciones, además de “escandalizar” al personal, dócil y pío, horadaría los cimientos, con riesgos graves para la fama y aún la perdurabilidad “por los siglos de los siglos”, de la Iglesia.

Y es que, según los predicadores aludidos, tanto el mundo en general como la Iglesia en particular, son y están de tan catastrófica y perversa manera, por la contundente razón de que la prensa “impía y blasfema” se hace eco, refiere y destaca determinados hechos, aunque a estos, y a sus profesionales, los sustenten brazadas de documentos y sentencias judiciales ya inapelables en esta vida y en la otra, entre otros motivos por su prescripción. Esta es la sensación percibida y afianzada entre los informadores, aunque menos entre los “religiosos”, aureolados muchos de ellos con el “Amén” de sus votos y promesas.

Y en este ámbito y perspectiva, me decido a transcribir literalmente unos párrafos del periodista e historiador Vicens Lozano, que transcribe en su ya citado libro “Intrigas y poder en el Vaticano “, en las páginas 171 y ss., a la sombra y amparo del apartado siniestro de “El misterioso burdel intramuros”, como extracto de larga y discreta conversación mantenida con un monseñor de la “sacrosanta” Curia Romana:

“Me cuesta decirlo, pero hasta hace muy poco tiempo dentro del Vaticano había un burdel con una gran actividad. Muchos lo sabíamos y algunos lo habíamos denunciado. Era uno de los temas tabú que todo el mundo pretendía obviar. El prostíbulo funcionaba en un apartamento discreto y disponía de chicas y jóvenes, aunque en este caso no eran menores. La clientela era variada, pero predominaban los altos cargos, que así podían satisfacer sus deseos más íntimos sin necesidad de salir al exterior.


Cuando le señalo que eso que dice es muy grave y que nadie me ha hablado nunca de ello, sonríe:
Ni han hablado de ello ni lo harán. Aquí todo el mundo tapa sus vergüenzas. Si hoy yo callo por ti, mañana tú lo harás por mí. …Pero sí. Es completamente cierto. A este nivel de decadencia hemos llegado. El prostíbulo descubierto contaba con el apoyo y la protección de al menos dos cardenales y estaba regentado por un religioso y un laico. Se organizaban todo tipo de relaciones y orgías…. El papa Benedicto XVI, en cuanto leyó el informe, hizo que lo cerraran inmediatamente. Sin embargo, no tenemos noticia de que se haya sancionado a nadie.
….
El informe de la comisión investigadora del que se hicieron solo cuatro copias, se guardó como si fuera un nuevo tercer secreto de Fátima, en la caja fuerte del apartamento pontificio. El papa Ratzinger lo leyó una sola vez y con eso le bastó. Se vio incapaz de continuar para asimilar los detalles. Tras la notificación de su renuncia el 11 de febrero de 2013, el 28 de aquel mismo mes Benedicto XVI se trasladó al palacio de Castel Gandolfo, para no interferir en el cónclave que debía elegir a su sucesor. Allí lo visitaría el recién elegido papa Francisco el 23 de marzo, diez días después de su nombramiento como nuevo cabeza de la Iglesia católica. En una reunión muy privada Ratzinger le entregó en una misteriosa caja blanca el informe “top secret” sobre Vatileaks, que había elaborado la comisión de cardenales. Después de unos días de relativa tranquilidad, comenzaban los dolores de cabeza para el nuevo pontífice argentino…”

¿Periodistas en pecado? ¿Cardenales en pecado? ¿Iglesia -Nuestra Santa Madre la Iglesia- en pecado? ¿Lo sabían o no lo sabían, algunos papas? ¿Le sobran razones al papa Francisco para acelerar una vez más, y sin conmiseración, la reforma de la Curia? ¿Les extraña la noticia del caso de esta referencia a laicos y laicas, ahítos ya de tantas y tales informaciones y de las reacciones y comportamientos de parte de le jerarquía eclesiástica, por ejemplo, con cuanto se conexiona con la pederastia en su diversidad de compartimentos?

La Verdad es la Vida en la profesión -vocación del profesional de periodismo, sea o no de carácter “religioso”. La Verdad es Evangelio y este es “escucha” y “seguimiento”, y no ritos y celebraciones, con mitras o sin ellas.

El periodista, servidor de la Verdad, es libre, valiente y con coraje para proclamar -evangelizar- “la palabra de Dios”, encarnada en Jesús.

Sin rehuir asumir la Verdad, todos -periodistas y jerarquía- somos pecadores, aunque unos más que otros.