Lo evidente resulta ser, a veces, lo más difícil de captar. Lo repetimos con frecuencia: “¿Pero cómo no me daba cuenta”? Es un tema preferido de los ancianos. Los mayores padecemos no sólo de alzhéimer sino de exceso de luminosidad. Era tan evidente la realidad, ya pasada. que nos produce asombro la ceguera con la que hemos caminado, en medio de tanta evidencia.

 

Una de esas evidencias es que no existe nada en la tierra que no muera. Incluso parece que cuanto más alto esté en la escala de los seres, más segura y evidente es su muerte. Toda vida está llamada a morir. Algunos les gusta sustituir la palabra muerte por la de transformación. No deja de ser un recurso para evitar la fatalidad del desaparecer: otras cosas, desaparecer es aceptar la Nada. Más difícil comprender la Nada que comprender el Ser.

 

Sea Vd. creyente, ateo o mediopensionista agnóstico, la vida se balancea entre la vida y la muerte. Al principio. Cuando niño o joven, la vida aparecía como evidente y larga. La muerte como un accidente lejano y confuso. Lo que tocaba era vivir. Hasta en la biblia leemos “comamos que mañana moriremos”

 

Ahora ya nos sorprende lo juntas que caminaron muerte y vida. Todo ayer dio vida. Pero ese ayer, murió. La memoria recuerda lo que ya murió. La memoria es como un cementerio. La vida fabricó muerte. Este juego, que no es juego de palabras, es el trenzado de la incertidumbre del vivir.

 

“Yo he venido para que tengan vida abundante”. Resulta imprescindible comprender esto para profundizar el porqué fundamental de Jesús de Nazaret. La vida de un ser inteligente, libre, como es todo hombre sin proyección a Dios es una vida camino de la muerte sin esperanza: la Nada.
“Yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”.

 

Lo único que da sentido a la vida de un hombre es Dios o la Nada.

Luis Alemán Mur