Más que persona-sujeto, la mujer es considerada, tenida y temida como persona-objeto


¿Y si Jesús hubiese sido mujer?

En la historia de las culturas, y más de las religiones, la mujer, por mujer, no tuvo jamás buena prensa. Ella -la mujer- fue siempre la mala y la perversa. Con mención reverencial para la religión judía, por su esencial correlación bíblica con la Iglesia, está de más referir entre tantas doctrinas y comportamientos que, por ejemplo, Dios es Dios, por “todopoderoso,  principio y fin de todas las cosas “,  pero hombre-varón.

Cualquier característica de Dios—mujer habría de silenciarse religiosamente, o tenerla raramente en cuenta. Lo de ternura, amor, besos y abrazos, específicamente femeninos no tenían por qué ser cualidades de Dios-varón, ni de su obra perfecta  con nombre de Adán, aunque sí de Eva, de la serpiente  y de la manzana, términos todos pertenecientes al género femenino. El Paraíso Terrenal desapareció como destino humano, a consecuencia del pecado al que Eva indujo a Adán.

Tal es, si no la historia, la doctrina que descubrió, señaló y sigue señalando los caminos que en la Iglesia han de recorrer  los cristianos para  que se les perdonen sus pecados – también   el original- y merecer  que se les vuelvan  a abrir  las puertas del Paraíso Celestial, gracias a la mediación de Jesús, el Hijo de Dios, “Salvador” de nombre y por misión.

Para ello se integró y encarnó como uno más en la historia de la humanidad, obligado a padecer las consecuencias de su condición de hombre-varón, entre otras, las de ser juzgado  y condenado a ser crucificado  por otro varón de nombre Caifás, Sumo Sacerdote, del rey Herodes  y del romano Poncio Pilato, cuya esposa aparece tímidamente en los evangelios  como la única mujer  que no hubiera firmado el acta  de tan vil, injusta  e inmisericorde  condena.  Jesús no hubiera sido crucificado en el caso hipotético, imposible entonces, de haber sido juzgado por una mujer.

¿Y en la Iglesia católica, apostólico y romana?

En su ordenamiento y esquema  oficial como  doctrina semi dogmática y enseñanza ético-moral, liturgia , Códigos de Derecho Canónico y Curias, historias de los Romanos Pontífices, obispos, Curias y curas, son los hombres-varones los poseedores  y administradores de los dones y gracias de Dios, quienes actúan , además en su nombre  y  como representantes exclusivos de la Divinidad. ¿La mujer? Por mujer, es de por sí, pecadora y “pecado”, con expresa descalificación de herejes, para quienes -ellos y ellas- piensen e intenten adoctrinar al pueblo de manera distinta a la “oficial” de la Iglesia.

La mujer, por mujer, es el ser más discriminado del que hay religiosa constancia en el mundo, y más concretamente dentro de la Iglesia. Por constitución -Código de Derecho Canónico- se le prohíbe toda equiparación con el hombre -varón en cuanto a sus derechos y a sus deberes. Ha de conformarse con que, a su tiempo, se llegara a aceptar jerárquicamente, que su alma también era, y sigue siendo, humana,  y confirmación generosa de alguna que otra concesión  o privilegio post- conciliar, al que se le hace acreedora  afrontar la situación real  en la que felizmente  ya se le reconocen en el ámbito  civil y en sus distintos  grados y esferas.

La Iglesia católica oficial es machista. Más que persona-sujeto, la mujer es considerada, tenida y temida como persona-objeto. Posiblemente que este convencimiento semi-dogmático, de alguna manera constituya y sea para muchos la explicación del alto y degradante  índice de “feminicidios” que día a día  entintan de sangre  los titulares de los informativos en su trágica variedad  de versiones,  para ellas y para sus hijos. (De los intentos frustrados, de los “otros” malos tratos y de los “faltos de pruebas”, no puede haber  datos y estadísticas )

Diagnóstico como este demanda con urgencia revisión profunda y urgente del tema a la luz de elementales criterios materiales y sobrenaturales.

Las mismas monjas padecen   la consideración de ser también   tratadas en la Iglesia como mujeres-objetos, a consecuencia del servilismo  al que a no pocas las somete  la propia jerarquía por exigencias  del sobrenombre de “Esclavas” o de “Siervas”, que sus fundadoras y fundadores  les adscribieron  en tiempos `pretéritos, que se les han perpetuado ¡y de qué manera¡

En el organigrama de una jerarquía eclesiástica, en el que la mujer tuviera “voz y voto” efectivos, difícilmente que la cruz de la pederastia hubiera echo derramar tantas lágrimas de asco y de sangre.  Si el patriarca de Moscú no se llamara Kirill –”Cirilo”, sino “Cirila”, es seguro que ya hubiera convencido a su dirigido espiritual Vladimir de nombre, Putín de apellido y “Puto” de apodo misericordioso, para terminar con tanta y tan cruel masacre de niños /as y de quienes algún día lo fueran.

Y ahora y siempre, el cálido recuerdo para estas palabras del papa Francisco: “De ellas, de las mujeres, surgió la salvación “. Pensamiento tan “franciscano” al calor del dictado de santa Clara -también de Asís- habrá de valorarse aún más al conocerse las graves dificultades que sorteará el papa Francisco para imponer parte de su criterio frente a los de muchos de la Curia Romana y de sus devotos, misóginos hipócritas, cuyos colorines  ornamentales “sagrados” descalifican  a cualquier  institución, y más  si se dice “eclesiástica”.