SEMANA SANTA


 

En la última cena Mc. Les dijo: -Esta es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos. Os aseguro que ya no beberé más del producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

 

Lc 22:19 Cogiendo un pan pronunció una acción de gracias, lo partió y se lo dio a ellos diciendo: -Esto es mi cuerpo, [que se entrega por vosotros; haced lo mismo en memoria mía. Después de cenar hizo igual con la copa diciendo: -Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros].

 

Mt 26 Tomad, comed: esto es mi cuerpo. Y cogiendo una copa, pronunció una acción de gracias y se la pasó, diciendo: -Bebed todos de ella, pues esto es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos para el perdón de los pecados. Os digo que desde ahora no beberé más de este producto de la vid hasta que llegue el día en que lo beba entre vosotros, nuevo, estando yo en el reino de mi Padre.

 

El primer evangelio es el de Marcos. Lucas y Mateo siguen el esquema de Marcos, añadiendo o quitando, según sus aportaciones. En la última cena, solo Mateo añade: “para el perdón de los pecados”. Seguro que influenciado por la predicación de Pablo.

 

El caso es que desaparecido Jesús, se multiplican en Palestina y Asia Menor muchos enfoques e interpretaciones basadas en las palabras de Jesús. Quizá nunca habrá tantos “cristianismos” como en los primerísimos siglos. Resumir y entender los mensajes del Maestro no era fácil. El libro de los Hechos escrito al final del primer siglo, intenta centrar las diferentes corrientes en una gran Iglesia. Por eso centra dirección, y sitúa los grandes acontecimientos (como Pentecostés) y a los más genuinos personajes en Jerusalén. Este esfuerzo de centralización en favor de Jerusalén, minusvaloró a la corriente Galilea, lejos como siempre de Judea, en la que se mantenía como en ningún sitio, la presencia vivificadora de Jesús. Quizá a Galilea le hubiera venido muy bien un Pablo galileo que con su ardor y fuerte personalidad hubiera vendido mejor al Jesús de Nazaret. Hoy empezamos a echar de menos el kerigma de Nazaret.

 

Allí en Galilea, quedaba muy claro que la razón de la existencia de Jesús fue anunciar el reino de Dios. El reino de Dios era un hombre nuevo en una sociedad nueva, porque la existente estaba podrida. Jesús no predicaba la salvación eterna. Era la vida actual en la tierra la que había que salvar. Era el desarrollo del hombre, era este mundo al que había que salvar.

 

Lo identificativo del creyente cristiano no es pensar en el cielo futuro sino en el hermano presente. Hay que llorar, sufrir y morir por esta sociedad llena de hombres necesitados que sufren y mueren. Hay que buscarles cobijo, medicinas, pan y paz. El cielo vendrá cuando toque.

 

Luis Alemán Mur