Conocí y conviví con un creyente muy atormentado en su interior. Era médico y además teólogo. Fíjense. Acabo de señalar tres vertientes: Médico, teólogo, atormentado. Sucedía esto en los años sesenta, cuando ardía la estructura de las evidencias ante el vendaval del Concilio Vaticano. Comenté, con alguien más experimentado que yo, las angustiadas teologías del médico teólogo. Ese alguien más sabio que yo me iluminó: Quizá sea la angustia
el lugar más apropiado para hacer teología. Los dos, el médico teólogo y el alguien sabio se fueron ya con el Padre.

No es extraño que el creyente, teólogo, o currante de aceras como la mayoría de nosotros, vivamos con frecuencia días de intensa incertidumbre ante lo divino. Incluso con angustia. Poner toda tu vida en manos de aquel palestino que nos llegó interpretado por un grupo de seguidores lleva sus riesgos. Y más riesgo poner todo en manos de un Dios profundamente desconocido.

Así considerado, no es difícil entender al padre del hijo epiléptico: “¡Fe tengo, ayúdame en lo que me falta!”. Creo, Señor, pero ayúdame en lo que me falta. Oración bellísima. Era creyente. Y tenía fe en aquel Maestro, pero su fe era un temblor más que una certeza. Y es que la fe puede ser una costumbre, un rito, una profesión, una tradición familiar o tribal. Suficiente. Hasta que la pregunta viene desde el abismo, o te juegas la vida de tu hijo.

En horas perdidas resulta bello y productivo repasar cualquiera de los evangelios. Son una lucha en la que Jesús enfrenta al pueblo con la fe.

La historia de Israel recogida en el Antiguo Testamento, es la historia de un pueblo pequeño al que unos hombres tocados por Dios (inspirados)
como Abrahán enseñaron a mirar y a incorporar a Dios en la vida.

Toda la Biblia es la historia de la Fe. Y en aquel pueblo pequeño y antiguo, no fue la Fe quien triunfó. Su fe se puso al servicio del dinero, del bienestar, y del poder. Sólo un pequeño residuo conservó siempre la nostalgia de Iahvé.

La fe en el hoy y la confianza en el mañana es el epílogo de una lectura del ayer. Ahí nace la fe. Pero la certeza sobrepasa la psicología humana. El hombre no está hecho para la certeza ante nada. Por eso es necesario que venga Dios o el Maestro a ayudar en lo que nos falta. ¿No hemos oído aquello de que la Fe es una virtud Teologal? Virtud teologal porque Dios interviene en su gestación y permanencia.

Luis Alemán Mur