“HACED LO QUE ÉL OS DIGA”

 



 

En los tiempos en los que vivió Jesús, el estado de ánimo dominante de la sociedad pudo ser, en lo religioso y en lo político, muy similar al de nuestra realidad actual. La esperanza en la clase dominante era más bien una desesperanza: La clase dominante tribal y la del Imperio. La fe en Iahvé era sólo un rescoldo del pasado que se mantenía encendido gracias a los llamados “pobres de Iahvé”. Esta bella denominación, pobres de Iahvé, se aplicó desde tiempos pasados, con diferentes intenciones y matices religiosos o políticos. Pero siempre se refería a una minoría.

 

El pueblo de Israel como nación, vivía -y vive hoy- aferrado a insignias de identidad: Tradiciones, costumbres, lugares, monumentos, instituciones de origen predominantemente religiosas. Israel tiene una historia Sagrada. Mantuvo un vocabulario de creyente. Pero cada vez era más ateo. Hoy mismo, si eliminamos los llamados ultras ortodoxos, cabe preguntar sin ofender ¿hay fe en Israel?

 

Este mismo diagnóstico religioso se puede aplicar a viejas naciones europeas, Francia, Italia, España Irlanda etc. pertenecientes todas al Occidente cristiano. Y es de prever que en ese diagnóstico irán cayendo todas, una tras otra.

 

Sin embargo soy de los que piensan que el mundo no perderá la fe en Dios. Y no lo creo porque el mismo Dios se encargará de que no ocurra. Es verdad que la Realidad Dios es una realidad insegura en nuestros esquemas de pensamiento. Pero la realidad hombre pierde consistencia y estabilidad a penas se difumina la Realidad Dios. El hombre no ha llegado a pudrirse tanto y tan masivamente (y tiene un gran potencial de pudrimiento) a escala planetaria, como para generar el eclipse total de Dios.

 

Sí parece que algo serio cambia a ritmo acelerado y nuevo: El Dios social que hemos heredado y en el que nos hemos hecho, se nos ha quedado viejo o descolocado: El Dios del mundo creyente occidental parece un dios gastado, más decorativo que influyente. Como aquel Iahvé con Sanedrín reinante en la Jerusalén que conoció Jesús. Y con un dios ritualizado, sin aliento propio como aquel, el hombre se viene abajo. Y si hay algo peor que una sociedad atea, es una sociedad construida sobre un dios inoperante.

 

Y va Jesús y dice a los que le siguen “tened fe en la buena noticia: Dios está cerca”. Y cuando dice esto, no parece que piense ni en Jerusalén ni en el Templo ni en la Torá. La buena noticia es de un Dios que actúa en el interior de cada individuo. Sin la mediación de ninguna Institución. No habla Jesús de un Dios político, ni de un Dios masivo, ni de un Dios al alcance de la ciencia o la filosofía. Habla de un Dios en el que se cree.

 

La fe es una virtud débil. Es un argumento pobre y para pobres. Es un recurso para desesperados. Para trotamundos agotados es buen refugio. Es casa de humildes. Es ese pueblo en el que se sueña en medio de las grandes urbes. Es como la chimenea que siempre guarda un rescoldo, o como la fuente que no inunda, pero refresca en medio de todas las sequías.

El milagro de la fe es que siendo tan débil y edificada sobre la inseguridad puede ser tan firme como el hormigón, tan segura como la roca. Tan fiable como el amor de un Padre o de una Madre.

 

La madre de Jesús, María tuvo esa fe de los pobres de Iahvé: “haced lo que él os diga”.

Luis Alemán Mur