Frase evangélica: «Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto»

1. Dios se nos muestra como Padre (también es Madre) a través del símbolo paterno. Al  nacer y dar los primeros pasos, vivimos todos una unión ilimitada con la madre; una unión  física y afectiva, dichosa y replegada. La presencia del padre nos abre al encuentro con lo  nuevo, es decir, con la alteridad y la transcendencia. El padre ayuda a que el niño adquiera  libertad, autonomía, futuro. Es la imagen de una liberación, de un porvenir personal.

2. Al celebrar el Bautismo de Jesús como epifanía, se cierra el ciclo de las fiestas  navideñas y se da comienzo al diálogo de Dios con Jesucristo y con nosotros. La epifanía  del Bautismo de Jesús revela la relación de Jesús (y de todos los cristianos) con el Padre:  1) «se abrió el cielo» por la intervención del Padre (Dios no se cierra a la tierra); 2) «bajó el  Espíritu Santo», espíritu de Dios (que nos hace hijos del Padre); y 3) «vino una voz del  cielo», que es la Palabra de Dios (revelación y fuerza de transformación).

3. El bautismo es la primera epifanía sacramental: nos comunica la vida de hijos de Dios  (es gracia), nos incorpora a la Iglesia (es entrada en la comunidad) y nos regenera del  pecado (es perdón).

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Tenemos relación con Dios Padre?

¿Escuchamos la Palabra del Señor como voz de Dios?