HA NACIDO UN NIÑO


Como creyente, siempre me gustó celebrar juntos la maravilla de que en un lugar sin nombre cierto, en un día de fecha desconocida, en un año de cálculo aproximado, se incorporó a la raza humana un niño que, como todos los niños, creció, y se desarrolló hasta aparecer como tan tocado por Dios que se atrevió a decirnos cómo era Dios, qué camino seguir para crecer, y qué éramos los unos para los otros.

Sus palabras produjeron una gran conmoción en los pequeños pueblos. Hasta el punto de que los que mandaban desde sus palacios temieron por ellos mismos, y pensaron que si le dejaban seguir hablando, perderían el mando y serían perseguidos como estafadores descubiertos.

En consecuencia lo mataron.

Dicen. Decimos los que hemos creído en él que después de muerto Dios se hizo cargo de él. Al día siguiente, en el momento, o a los tres días resucitó. Es cierto que, poco a poco, grupos amplios tuvieron la evidencia de que había resucitado.

Y esta creencia. Esta fe en el resucitado. Esta certeza la vivimos los que después de ellos seguimos creyendo en su palabra, en su muerte y en su resurrección. Y esta fe ha producido, durante muchos siglos y en nosotros, una certeza capaz de darnos una esperanza, una vida y un enfoque de la historia.

Pero cuando nació, no nació Dios. Nació un niño

Luís Alemán Mur