Por lo visto, Dios lo hace todo poco a poco. Pero según nuestras medida, muy poco a muy poco.

Con el tiempo que lleva siendo Dios, no aprendió la magia o los trucos del circo. Ni la Creación ni la aparición del hombre y la mujer, ni la Encarnación, ni la Salvación de la Humanidad son fogonazos circenses. Por lo visto, la acción de Dios en la Creación, en la Encarnación y en la Santificación de lo humano se mide con un reloj diferente. Su acción es imperceptible, aunque eficaz.

La Creación del Universo que estudiamos hoy, con Adán y Eva incluidos, para el Génesis duró siete días. La realidad, según nuestros relojes, se llevó miles de millones de años. A la Biblia le bastó con 11 capítulos. Saltar de la Biblia a Dios no es fácil. Y por lo visto, el salto nos genera grandes errores.

La Encarnación, el hacerse Dios hombre, según Juan en el Evangelio es una bella poesía. Por lo visto, después la historia no fue tan poética. No vino hecho de arriba.

Juan y su mística comunidad cristiana escribieron un evangelio lleno de teología. Y lleno de poesía. Lucas y su comunidad cristiana escribieron un evangelio lleno de episodios y narraciones. Y lleno de literatura. Escribían sobre los hechos pasados. Interpretaron y entendieron el pasado. El pasado se puede resumir en una poesía. Pero la “Palabra necesitó su tiempo para hacerse carne”. Jesús, el de Nazaret, el hijo de María, necesitó su tiempo para hacerse. Necesitó crecer como toda semilla, hacia abajo y hacia arriba. Necesitó aprender el lenguaje de los hombres, necesitó llorar, sufrir, saber lo que es traición y lo que es morir. Aprender que la Torá ha sido superada. Y tener un corazón nuevo con una vida nueva. Sólo el Espíritu es creador de vida. Y necesitó esperar una Resurrección.

Un Hijo de Dios tenía que saber muchas cosas. Un master en humanidad no es fácil. Lo divino se lo entregó el Padre. Pero lo humano fue más duro, más cruel y más lento. Sí, pero no en una noche ni en un amanecer.

Luis Alemán Mur