El año litúrgico

Año litúrgico, año del Señor o año cristiano es la celebración cíclica del misterio de Cristo por la asamblea de creyentes a lo largo del día, semana y año. Tiene, pues, tres referencias: la comunidad cristiana (iglesia), el tiempo con sus acontecimientos (historia) y el misterio central de la salvación (Cristo). Durante el curso del año (…), la iglesia conmemora todo el misterio de Cristo, desde la encarnación hasta el día de pentecostés y la expectación de la venida del Señor.

En definitiva, el año litúrgico sirve de pedagogía adecuada para celebrar cíclicamente el tránsito del Señor: del Padre al mundo por la navidad y del mundo al Padre por la pascua. Así se lee, a lo largo del tiempo y en relación a las fiestas, la palabra de Dios, distribuida según unos leccionarios adecuados: cada tres años, anualmente, en los tiempos intensos litúrgicos o de semana en semana. De este modo (…), los cristianos renuevan cíclicamente la fe y la esperanza, los signos o sacramentos de la fe y el compromiso del amor hasta el retorno del Señor.

El desarrollo histórico del año litúrgico hasta llegar a su configuración actual fue lento. Las primeras comunidades cristianas celebraban cíclicamente el domingo, día del Señor o de la resurrección. De allí nuestro español “domingo”, del latín “domini”, del Señor.

Con la introducción, en el siglo II, de la pascua anual (en el domingo posterior a la luna llena siguiente al equinoccio de primavera), se ponen los cimientos del año litúrgico cristiano. No olvidemos que el año encuadra las actividades humanas básicas, sean agrícolas o ganaderas, y al mismo tiempo se vincula con las leyes de la astronomía y los ritmos de la vegetación.

En nuestros meses de verano tenemos un ritmo más lento en la vida de la mayoría de nuestras congregaciones, incluidas los buenos y siempre bienvenidos tiempos de descanso. Pero es bueno no darle vacaciones a la fe ni aletargarnos en el encuentro con la comunidad creyente, donde se nos renueva el encuentro con el mismo Señor

 

El tiempo de Adviento

El año litúrgico comienza con el tiempo del adviento, término que significa advenimiento o hacia la venida; procede del verbo venir. En el lenguaje religioso pagano, adventus indicaba la venida periódica de Dios y su presencia teofánica en el templo. Es, pues, retorno o aniversario. Desde el punto de vista cristiano, adventus era la última venida del Señor, al final de los tiempos. Pero al aparecer las fiestas de la navidad y la epifanía, significó también la venida de Jesús en la humildad de la carne. Estas dos venidas (la de Belén y la última) se consideran como una única venida, desdoblada en dos etapas. Esta doble dimensión de espera caracteriza todo el adviento.

Adviento es el tiempo litúrgico que precede, como preparación, a la fiesta de navidad. Nació en el siglo IV con tres semanas de duración, a imitación de la cuaresma, o de las tres semanas de

preparación pascual, exigidas por el catecumenado. La duración del adviento variaba, según las iglesias, entre tres y seis semanas. Se caracterizó en unos sitios por la penitencia (las Galias) y en otros por la alegría (Roma). En todo caso, el aspecto de la espera prevaleció sobre el de la preparación.

Casiano Floristán, en Diccionario abreviado de pastoral, Verbo Divino, España, 1999, ver Advient