Desde la primera página del Génesis hasta la última del Apocalipsis, en toda la Biblia (la Revelación) se utiliza el simbolismo (la representación perceptible de una idea) y la metáfora como medio para expresar el mensaje.

Para Jesús, judío de profunda fe, en lo que toca, lo que hace, lo que ve, lo que ocurre a su alrededor actúa Dios y conduce a Dios. El agua, el pan, la noche, la higuera, el pobre, el ciego, el epiléptico, el Templo, la comida, el vino, la vida, la muerte: detrás de todo está Dios. Cuanto más se cree en Dios, más se ve a Dios.

Las palabras Rey, Reino, todo está cargado de doble significado. Símbolos interpretables. Un error en la interpretación puede acabar en muerte. Jesús anunciaba una vida nueva, una sociedad nueva. No un Sanedrín nuevo o una monarquía nueva. Los del Templo creyeron que venía a por el sillón del Sumo Sacerdote. Y su miedo era tan justificado que aún hoy, muchos anhelan el sillón que le negaron al Cristo Rey.

Y ese sueño o error permanece entre nosotros si esperáramos una sociedad o mundo gobernado por “nuestro Cristo Rey”. Nuestra fe en Jesús sí debería producir en cada uno esa actitud de que en cualquier momento podemos entregar nuestro tiempo al Hijo del hombre.

Para las autoridades, Jesús había estado incordiando en Galilea y Samaría, de donde llegaban rumores de incordio

“Preguntó Pilatos: ¿Eres tú el rey de los judíos?” La pregunta de Pilatos no es religiosa. Es meramente política. Lo único que podría interesar a Roma y a él su representante. Jesús o es un líder político o un iluso. No es igual perseguir a un iluso que a un político.

Pilato, romano venido de Roma, estaba hecho un lío. Los sacerdotes para conseguir la condena a muerte de Jesús por sedición contra Roma, han tergiversado todas las palabras de Jesús. Jesús lo tranquiliza:
“Mi reino no es de este mundo”.

“Mi reino”. Es de suponer que este diálogo no fue histórico. Es más bien una creación literaria del teólogo en la que confronta algo real: Roma, el Templo, y Jesús. Además con palabras ambiguas y muy peligrosas: Rey, reinado. Se mezcla lo político y lo religioso sin tener en cuenta la fe. Pero los sacerdotes y Roma se jugaron a base de ambigüedades, la vida de Jesús. No sé por qué esta escena podría servir para aclarar hechos históricos en los que suele perder Jesús.

Hoy puede ser un insulto llamar a Jesús Rey. Claro que la piedad recurre al sabido “Rey de los corazones”. Bien, vale. Pero ese es un lenguaje ambiguo y de convento trasnochado. Habría que hacer un esfuerzo por entender mejor las circunstancias del evangelio y utilizar otro tipo de lenguaje.

Quien busca a Jesús se puede encontrar con la Verdad. Quien busca la Verdad puede que encuentre a Jesús. No parece que Jesús pretendiera hacerse dueño del sistema político de Israel o de una Tiara Pontificia del Templo. Sí que quería un cambio de la sociedad, por el único camino: cambiar el corazón y la forma de pensar sobre Dios, sobre los hombres, y sobre los bienes de la tierra.

En la fila de los hambrientos. En la mesa de los pobres hay mucha hambre. Allí hay verdad y puede que esté Jesús.