Domingo 21º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Juan 6,60-69:

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor

Al leer el evangelio de Juan, no conviene olvidar nunca que este evangelio es el resultado de tres épocas por tres evangelistas diferentes (Jn I, Jn II, Jn III) que fueron sumando sus tres aportaciones no de hechos nuevos sino de reflexiones teológicas. Jesús fue, y sigue siendo, una persona de dimensiones que nunca será comprendido suficientemente. Jesús no nació solo para los israelitas ni para occidente. Ni para Jerusalén ni para Roma.

Desde la cristología da la impresión de quedar capítulos o zonas de la tierra, a los que no llegó Jesús: mundo chino, mundo africano…Occidente acaparó al galileo, quizá con exceso de egoísmo.

“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”

La dureza del hablar de Jesús, debería ser la consecuencia de un estudio más serio y más detenido. Parece que Jesús debió tener un lenguaje con dureza y contundente. Su público era muy simple y de pueblo. Su religión era más orgullo y tradición que de profunda fe. Pegada a un Templo

De pronto aparece uno de los suyos que desmonta “su historia” que les habla de un Dios Padre, de hermanos. Y además, con un lenguaje muy duro que arrastra demasiadas consecuencias.

Luis Alemán Mur