Frase evangélica: «Haced discípulos de todos los pueblos»

1. En el Nuevo Testamento, el «envío» se relaciona con la idea de misión o de embajada, así se pone de manifiesto la relación entre el que envía y el enviado. Aparecen en el envío dos aspectos: la elección de Dios y la salvación de los hombres. Rechazar al enviado de Dios es rechazar a Dios; recibirlo es recibir al Señor. Lo propio del misionero es su misión. Por consiguiente, lo que confiere valor al envío es la orden del Señor.

2. Después de enviar Dios a los profetas, envió a su Hijo. Para san Juan, todo lo que hace Jesús está en relación a Dios, «al Padre que le envió». Jesús conoce al Padre, porque es el enviado. A su vez, Jesús envía al Espíritu y a sus discípulos, que se convierten en «apóstoles» para la salvación del mundo. Pero en Jesucristo la persona del mensajero no desaparece frente al que lo envía, sino que se funde con ella. Jesús es el Apóstol, el Enviado (Heb 3,2). No es un siervo de Dios como Moisés; es el Hijo de Dios.

3. Los discípulos son enviados por Jesús de dos en dos, sin dinero, sin provisiones, sin ropa de repuesto, como ovejas entre lobos… Su objetivo es proclamar el reino de Dios. Algunas embajadas fracasan, y otras deben ser rectificadas. Pero, en definitiva, la Iglesia es misión; todos sus miembros -cada cual según los carismas y servicios propios- son enviados. La finalidad de todos los envíos (profetas, Hijo de Dios, Espíritu, apóstoles) consiste en reunir a todo el pueblo bajo la justicia y la misericordia de Dios. El envío y la reunión definen a la Iglesia.

4. Antes de que Jesús confíe a sus discípulos la misión, los acoge y perdona: son creyentes vacilantes. En el encargo de Jesús, según Mateo, se observan las dos insistencias de Jesús: la enseñanza del mensaje y su puesta en práctica. El evangelio termina con la misión o evangelización.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Nos sentimos enviados por Dios?

¿Somos misioneros?