Il Gesú‘Ignatius 500’: la Compañía de Jesús reivindica a Ignacio de Loyola, “el hombre que, aun herido, sintió que no estaba abandonado”

Francisco presidirá la Jornada de Conmemoración mundial del año Ignaciano


Quinientos años de una herida, de un camino, de una conversión, de unos ejercicios espirituales. Medio milenio del momento en que el joven rico, Íñigo de Loyola, es herido en batalla contra los franceses en Pamplona. “Una herida que lo cambió todo”, señaló esta mañana el provincial de los jesuitas españoles, Antonio España, sj., durante la presentación de los actos de este Año Ignaciano.

Bajo el lema ‘Ignatius 500′, los jesuitas no quieren recordar su fundación, ni quedarse solo en lo que significa la Compañía. Quieren ir mucho más allá, buscando las raíces, en el dolor, el sufrimiento, la soledad y la búsqueda.

“Ignacio pasó, de gentilhombre, a ser un servidor de Cristo. Vive un proceso de cambio y transformación, para ver todas las cosas nuevas en Cristo. Eso es la conversión, eso son los ejercicios espirituales”, glosó el provincial de la Compañía. “Celebramos medio siglo de conversión, y de camino, de Ignacio de Loyola”. Y lo hacen con multitud de actos en el ámbito educativo, social, artístico, juvenil, turístico, religioso… Con Loyola, origen, y Manresa, destino, como ejes de unas celebraciones que arrancarán en la catedral de Pamplona el próximo 20 de marzo, y que tendrán un momento especial con la Eucaristía de celebración mundial, presidida por el Papa Francisco en Il Gesú de Roma. Muerte y vida, pasión, camino y resurrección. […]

Qué movió a Ignacio

Por su parte, Abel Toraño sj., coordinador de ese Año Ignaciano, recalcó cómo lo importante “no es lo que hizo Ignacio, sino “¿qué le movió?”. “¿Qué movió a Ignacio a abrir una casa para atender a mujeres en situación de abusos, a enviar a compañeros a todo tipo de misiones, a promover una red de instituciones educativas? No es el qué hizo, sino qué le movió por dentro“.

“Al comienzo siempre hay una herida”, añadió. “Hoy, la sociedad también está herida. Un virus nos tiene a todos postrados. Lo que va a vivir Ignacio es que, aun herido, se sintió que no estaba abandonado. Podemos estar heridos, pero nunca abandonados”.

Ojalá viviéramos como sociedad lo que vivió Ignacio: la herida es posibilidad de camino, y encuentro. Justo este hombre quebrado en las piernas, va a ser peregrino”. ¿Una propuesta para hoy?

Lo importante es conocer a Jesús

Sí, respondieron los jesuitas. Porque, en realidad, “que la gente conozca a Ignacio es lo de menos, lo importante es conocer a Jesús. Ignacio no va a cambiar la vida de nadie, tiene que ser el pretexto para llegar a Jesús. Lo importante es que te cambie la vida Jesús”. […]

Propuesta de Ignacio, propuesta de Evangelio

“Ahora que lo religioso está fuera del mapa, el foco está en Cáritas o en los misioneros. Tenemos que ver cómo lo hacemos, ser creativos”, recalcó el provincial, quien admitió que “la clave de lo que Ignacio puede ofrecer hoy es una integración personal, una experiencia que se da en el Evangelio y en la Iglesia. Esa es nuestra gran propuesta”.

¿Qué nos enseña Ignacio hoy?, cerró Toraño. “Que todos tenemos deseos de plenitud en nuestras vidas. Ignacio conecta con toda persona que desee llevar una vida plena, y nos enseña que es necesario pararse y ver quiénes somos, qué nos gusta, qué nos llena, hacia dónde queremos orientar nuestros esfuerzos”.

“La mejor manera de cuidar a las víctimas de abusos es escucharles y creerles”Arturo Sosa, sj.: “Una de las víctimas de la pandemia puede ser la democracia”


Silvia Rozas entrevista al general de los jesuitas en uno de los primeros actos del Año Ignaciano

Yo quisiera que la pandemia nos cambiara más, tengo miedo de que los cambios se queden en las palabas y no en los hechos”. El general de la Compañía de Jesús Arturo Sosa, sj., advirtió sobre los riesgos de “volver a la normalidad”, durante una entrevista con la directora de Ecclesia, Silvia Rozas, con motivo de la apertura, esta semana, del Año Ignaciano.

Durante la conversación, Sosa repasó su vocación, su relación con el Papa Francisco, el drama de los abusos, la sinodalidad, la crisis vocacional, el clericalismo y, también, la sociedad, y la Iglesia, tras la pandemia. “El gran deseo de algunos es que vivamos el mundo ‘prepandémico’, que era peor que éste, pero no olvidemos que la pandemia no nació sola”, glosó el jesuita venezolano, quien denunció cómo “las injusticias de antes se siguen pagando. ¿Quiénes mueren porque no tienen acceso a la vacuna, al oxígeno, a los médicos? Los que estaban descartados desde antes”.

“¿Ha cambiado nuestra percepción de los migrantes, o lo vemos ahora peor, como un peligro más grande? ¿Estamos más dispuestos a acoger a personas que necesitamos en Europa, o no? La gente busca oportunidades, y se encuentra paredes. El tema de las vacunas es… quién gana dinero y quiénes se benefician”, lamentó.

El 500 aniversario de la conversión de Ignacio de Loyola parte de una herida, “una herida inesperada”, tras la que “Ignacio no volvió a su vida anterior, asumió su herida como un cambio de ruta”. “Nosotros, como Compañía, como Iglesia, como Humanidad, ¿seremos capaces de asumir esta herida que está suponiendo -no sabemos cuándo se acabará- la pandemia, como una oportunidad de cambiar, o vamos a intentar consolidar lo que había?”.

¿Y qué había? Destrucción de medio ambiente, problemas en la política, la vida social, la democracia… “Una de las víctimas de la pandemia puede ser la democracia. Sería tristísimo que los avances que se han dado en el siglo XX se pierdan con la excusa de la pandemia”, advirtió el general de los jesuitas.

El Papa, líder global

Arturo Sosa ve con frecuencia al Papa, pero “no tengo ningún canal preferencial con él”, explicó. “Si necesito hablar con él pido una cita a través de su secretario. El Papa responde muy rápidamente: al revés, sí, él sí agarra el teléfono cuando lo necesita, y lo hará personalmente. ‘Yo sé quién eres tú, yo soy Bergoglio‘”.

Francisco que, en estos tiempos de crisis global, se ha convertido en uno de los principales líderes, “denunciando y haciendo gestos importantes, como la firma del documento en Abu Dabhi o el viaje a Irak”.

Una opción muy relevante en este régimen polarizado en el que vivimos. ¿Qué hacer? “Tenemos la inspiración en el Evangelio: Jesús nos muestra el camino. Estamos viviendo en un mundo y una Europa necesitada de reconciliación”. Y de comunicación.

Porque, aclaró Sosa, “la Iglesia nace para comunicar, está en la esencia de la Iglesia (…). Debemos ser comunicadores, no de contenidos, sino de nosotros mismos. Desde la comunión, con la comunicación”.

Más que una palabra de moda

En cuanto a la sinodalidad, el general jesuita deseó que “ojalá pase de ser una palabra de moda, a un compromiso de acción”. Y es que “la sinodalidad es la contribución eclesiológica más importante del Vaticano II, la Iglesia como pueblo de Dios en marcha”.

Un pueblo con distintas funciones, pero sin equivocarnos. “En la cena, el ministro es el que prepara la mesa, quien prepara las condiciones para que esa comunidad se alimente de Jesucristo y viva y predique el evangelio. No es el comandante de la parroquia“.

Y es que “el clericalismo va contra la sinodalidad, es la enfermedad del ministerio, el obstáculo y la enfermedad más grave de la sinodalidad”.

 La clave de este proceso es “respetar la vocación de cada cual, aprovechar la diversidad de carismas”, explicó Sosa. “El pueblo no es todo cabeza, ni nariz, ni pies, pero sin cabeza, nariz o pies no hay cuerpo”.

La urgencia de creer, y escuchar, a las víctimas

Uno de los puntos más sensibles, y donde se juega la credibilidad de la Iglesia es el de los abusos a menores. En este punto, el general de los jesuitas insistió en la urgencia de “conocer, y reconocer lo que pasó”. “La principal lección que debemos sacar es que la mejor manera de proteger a las víctimas es escucharles, y creerles. Porque parte del dolor no sólo es el abuso, sino no creer en lo que decían”. Al tiempo, es preciso “no abandonar a los victimarios. Es uno de los desafíos, la reconciliación”.

“Como cristiano, y como religioso, no me puedo quedar contento con la justicia, con que se reconozca, se castigue, se pongan los medios para superar, o con que se repare a la víctima. Hay que ir más allá. El Evangelio que predicamos es un evangelio de misericordia, de perdón”, subrayó el religioso venezolano.

“Como cristiano, y como religioso, no me puedo quedar contento con la justicia, con que se reconozca, se castigue, se pongan los medios para superar, o con que se repare a la víctima. Hay que ir más allá. El Evangelio que predicamos es un evangelio de misericordia, de perdón”

En cuanto a la crisis de la vida religiosa, Sosa negó la mayor. “Ni vivo, ni percibo, la vida religiosa en crisis. Si entendemos la crisis como momento de desafío bien importantes que hay que enfrentar, sí. Hay una vida religiosa muy fecunda, se ha hecho multicultural”.

En este sentido, clamó por el respeto a la libertad religiosa, y contar “para el presente y el futuro de la Iglesia, con personas que eligen ser cristianas, no porque nacieron en un país cristiano, o porque su clan lo es, sino porque han hecho un proceso y han decidido ser cristianos. Eso enriquece a la persona, y a la comunidad eclesial. Si el pueblo de Dios no está formado por personas que han hecho una elección, no hay pueblo. El pueblo se genera con una decisión”.

¿Con qué Compañía de Jesús sueña su general en los próximos diez años? “Sueño una compañía intercultural, más ágil, con una capacidad mayor de aprovechar las oportunidades. Para eso hace falta ser libre, personalmente y como cuerpo. Una compañía desapegada. Y tiene que ser una compañía de Jesús. Si Jesús no está en el centro de nuestras vidas, cambiemos el nombre”.