Si Vd. parte de la base de que en el hombre hay dos partes distintas: una, el alma, la espiritual, la inteligente, la inmortal, la pura, y otra, el cuerpo, lo material, lo pasional, lo perecedero, lo impuro. Es lógico que se dedique a “salvar almas”.

Si, además, descubrimos que quien engaña, quien arrastra a la pobrecita alma es el cuerpo…, habrá que darle palos al cuerpo como culpable de todos nuestros males.

Ahí radican todas las penitencias corporales, los ayunos, los latigazos de los penitentes y tanta historia medieval, que si no fuese tan triste, provocaría el choteo.

Bueno, pues de ese enfoque teológico, elaborado en tiempo de los picapiedras, arrancan la moral y la piedad mal llamadas cristianas, actualmente vigentes.

Consideración final.

Yo no sé si tengo un alma. Es decir: un ser distinto e independiente de mi cuerpo, a quien le debo mi poca o mediana inteligencia, inmortal, creada directamente de Dios…Si la tengo, no tengo el gusto de conocerla. Yo sólo conozco a un tal Luis, un tío ya vejete, que cree en Dios, que espera en Dios, que ha sido y sigue siendo un trasto, pero que profesa la fe cristiana, firme y con orgullo. Fe en la que quiere morir y que no le deja vivir.

Un tal Luis, que morirá pronto. Y que tercamente sigue convencido de que el Padre no le va a “revivir”, sino que lo va a resucitar. Y esto, después de morir en “cuerpo y en alma”. Pero volverá a nacer, él mismo –no reencarnado en un sapo sino en los brazos del Padre- junto a Jesús, del que se ha fiado.

¿Y cuánto tiempo pasará desde la muerte a la resurrección? ¿Será ese mismo día, después de tres días, o al final de los tiempos? Esa pregunta está mal hecha. No tiene sentido ni siquiera el planteamiento.

Porque con la muerte se acabó el “tiempo”. Y terminado el tiempo, ya no hay días, ni horas, ni cuándos. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿De qué manera? Ese tipo de periodismo no vale para la Resurrección. Yo sólo sé que viviré eternamente, porque creo en Jesús.

Luis Alemán Mur