Salmo IV. II. VII. IX
R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor
Escúchame cuando te invoco,
Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.
Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro
ha huido de nosotros?» R/.
En paz me acuesto
y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo. R/.
Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,1-5):
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Palabra de Dios
Luis Alemán Mur