Frase evangélica: «Vuestra recompensa será grande»

1. «Santos», por antonomasia, son Dios, tres veces Santo, Jesucristo, el Santo de Dios, y  el Espíritu de Dios, «Espíritu Santo». Pero Dios comunica su santidad al pueblo. En el  Antiguo Testamento son santos los justos, y en el Nuevo Testamento lo son los testigos.  Denominamos «santa» a la persona admirable, ejemplar y generosa (da lo que tiene), que  sabe perdonar (reconcilia), que obra con justicia y libertad (el reino es su causa), que vive la  cercanía de Dios (dialoga con El) y que siempre reacciona evangélicamente ante la vida y  ante la muerte (sus valores son los de Jesús). En plural, los santos son modelos propuestos  por la Iglesia como intercesores entre el pueblo y Dios, a los cuales se venera y que son  capaces de ayudar o conceder favores. Nunca deberían, sin embargo, desplazar a  Jesucristo.

2. La fiesta de hoy no es propiamente de los santos «oficiales», sino de aquellos que, sin  corona ni altar, son dichosos según las bienaventuranzas, porque son pobres, sufridos,  pacientes, misericordiosos, honestos, pacíficos e incomprendidos. Por esta razón se  proclaman las bienaventuranzas en la festividad de los santos.

3. Las bienaventuranzas son siempre admiradas y paradójicas, deseadas y difíciles de  cumplir. Constituyen la quintaesencia del evangelio: son la verdadera buena noticia. Causan  estupor e irritación en los ricos, apegados al dinero, al poder y al prestigio. En cambio, en los  pobres de humilde corazón despiertan admiración y alegría. Según esta fiesta, para ser  santo hay que ser bienaventurado de acuerdo con la proclamación de Jesús.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Está pasada de moda la santidad o discurre por otra vía?

¿Nos creemos de verdad las bienaventuranzas?