Perdone Señor, que me dirija a Vd. con más respeto que a Jesús.

A Jesús, lo trato casi como a un hermano.

¡Me hubiese gustado tanto conocerle!

A él, me lo imagino de mil maneras.

Pero a Vd. Señor, no me lo imagino de ninguna manera. Y es que de Vd., sé incluso menos que del Padre.

Me dicen que Vd. se cernía cuando todo era un caos, al principio de los tiempos y que Vd. fue poniendo orden.

Y ese maravilloso concierto de estrellas en el oscuro espacio se debe a Vd. Y que las flores son producto de su aliento.

Y que Vd. preparó el vientre de María para acoger, como una cuna blanca, la semilla del que sería el Hijo del Hombre

Y que Vd. llevaba a Jesús por los difíciles y envejecidos caminos de los judíos.

Me dicen que Vd. limpió el sudor de sus gotas de sangre en el huerto y que le animó a seguir. ¡Gracias Señor Espíritu, en mi nombre y en nombre de todos, por lo que hizo con nuestro hermano Jesús!

Me dicen que Vd. se quedó aquí entre nosotros, cuando Él se fue.

Y es verdad que, a veces, me parece sentirle a Vd. como si me estuviera invadiendo, sin haber llamado a mi puerta.

Pero otras veces, muchas, no veo que Vd. exista. Perdone que se lo diga, pero esto sigue siendo un caos: yo sigo siendo un caos; la comunidad de Jesús sigue siendo un caos (y según creo Vd. se quedó al cuidado de ella), la humanidad es un caos. Perdone Señor Espíritu, no veo el resultado de su trabajo.

Claro que Jesús tampoco lo vio. Parece que Vd. lo fue llevando poco a poco, y acabó donde Vd. sabe.

¡Menudo respiro daría Vd. y menudo abrazo le daría el domingo de resurrección por la mañana!

Amén, amén, amén.

Luis Alemán Mur