Domingo 19º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Mateo 14,22-33:

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: « ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: « ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

El relato de la travesía del lago tiene su origen en Marcos 6,45-52 que relata el hecho que Mateo amplía con la escena de Pedro al que este evangelista dedica especial interés. No olvidemos que Mateo escribe bastante después de Marcos cuando ya la figura de Pedro comenzó a tener especial importancia en las comunidades cristianas.

Desde el principio hizo mal la cristiandad sacralizando cualquier libro de la Biblia. Porque, aunque sean libros inspirados por Dios, no dejan de ser libros plenamente humanos.

“Realmente eres Hijo de Dios”.

La denominación Hijo de Dios no tiene, ni puede tener, el significado trinitario que empieza a tener desde la edad media después de profundos estudios sobre cristología.

La sagrada escritura y los evangelios darán y siguen dando materia para el desarrollo de lo que es el pensamiento cristiano. Hoy deberíamos repetir con nuestro papa Francisco: “al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame

Luis Alemán Mur